La vida y la obra de un púgil sin contrincante

Yo no pedí estar aquí. Yo no pretendo entenderos ni que me entendáis. Yo no pretendo pasar a la posteridad; tan sólo, que me dejéis hacer mi vida, por extraña que os resulte...

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Lugar: Torrox, Málaga, Spain

31.1.07

LAS LUPAS DE MIKY…

Cuando me pongo las gafas de sol me protejo del mundo… No son las mías, las mías están graduadas y son pequeñas; con ellas consigo pasar desapercibido y aliviar las molestias que me provoca mi fotosensibilidad extrema, la que heredé de mi otra vida de gárgola…

Son las de Miky, mi amigo de Greeblech. Son unas auténticas pantallas a través de las cuales nunca conseguirás leer mi alma, porque por todos es sabido que el alma se lee con renglones grandes en las pupilas de los mortales… Cuando viene a casa, siempre se las cojo y me las pongo. Y me quedo en silencio durante un buen rato. No necesito ver hacia fuera; es el momento de volver la mirada hacia dentro. Pero nadie debe saberlo, porque entonces soy vulnerable y cualquiera podría apoderarse de mis sueños, que son lo más valioso que tengo…

La situación es perfecta entonces. Me reflejo a mi mismo hacia mis propios huesos, hacia mis propias vísceras, hacia mis propios fluidos, y paso a ser yo mismo un fluido que me escudriña y me investiga, que vagabundea por todos esos rincones llenos de versos olvidados, de gimoteos innecesarios, de momentos de pereza. Con un puñado de mis moléculas moldeo unos brazos torpes y deformes para recoger toda la broza inflamable de mis yermos campos de cultivo. Luego, creo una boca ancha y plena de dientes incisivos y molares con los cuales mastico y luego digiero toda la podredumbre de mi aura, para volver a expulsarla convertida en el abono de una nueva cosecha…

Miky me mira y esboza una sonrisa…

“Pero si no ves nada con ellas, tío. Si se pudieran graduar, te las regalaba… Anda, quítatelas ya, que no te pegan ni con cemento-cola con ese careto de gilipollas…”.

Le espeto una carcajada y se las devuelvo…

Otra tarde, otra noche, seguiremos con el proceso. Cuando lo inicias, debes acabarlo, o las llamas te acaban consumiendo en la época de máximo riesgo… Entretanto, es cuando vas escribiendo posts que nadie comprende; cuando te animan a ser optimista, cuando te preguntan (con todo el amor del mundo) si te encuentras bien…

“¿Bien?... Nunca he estado mejor…”.


PD: Jesús, ya sabes que nunca fuimos lo que se dice “seres normales”…

29.1.07


ESTA NOCHE TAMPOCO SE VERÁN LAS ESTRELLAS…


En el fragor de los días y de las horas te interrogo.
Soy el pupilo que, en la noche, quiere ver a los espectros
de túnicas raídas levitando hacia mi celda.
Para, con murmullo suplicante, pedirles auxilio y limosna.

Soy el felino que vive tras los geranios y, mi mirada,
pupila y blanco en el no-fulgor de las gemas sin brillo,
en el no-clamor de los cuerpos ausentes,
se pierde en la impaciencia de las respuestas sordas…

Vendrás a mi cuando emerjas, y tenderás el alma;
y no querré asirme yo a tu alma mojada…

Cuando la seques agitando tus cabellos, tus pechos y tus rodillas,
impresas, salpicadas, quedarán en el envés
las gotas malditas del agua del lago putrefacto…

Aquesta nit tampoc es veuran els estels.
Tampoco esta noche los vientos esparcirán las semillas.

25.1.07

EL PÚGIL Y EL OCÉANO…

Es como estar absolutamente solo en medio del océano, a bordo de un yate a la deriva. Con los tanques de combustible llenos y la bodega repleta de vituallas. Pero sin brújula y sin radio…

Una mañana te despiertas y subes a cubierta. El sol espléndido te ciega los ojos. Miras a tu alrededor: nada. Ni tan siquiera una nube. Sólo la enorme masa de agua salada; tú y tu barco.

Entonces recuerdas que alguien, antes de dormirte plácidamente la última vez, te susurró al oído: “A la izquierda… gira el timón hacia la izquierda y llegarás a tu destino. El combustible y las provisiones están calculadas para que duren justo lo suficiente hasta llegar a tierra… pero debes girar el timón sólo hacia la izquierda…”.

No, no fue un sueño. Las indicaciones eran las precisas.

Y surge la duda… no hay izquierda ni derecha, sólo arriba y abajo. Das un giro de trescientos sesenta grados en torno a ti mismo, observando lo que te rodea: todo es igual, sólo horizonte. Si al menos pudieras divisar un islote… embocarías la proa hacia él, arrancarías motores y girarías el timón hacia la izquierda del trozo de tierra. Pero, piénsalo bien… si el yate está a la deriva… ¿cómo situarte correctamente con respecto a la porción sólida para identificar correctamente el giro? Por otro lado, ¿y si ese islote no era el punto de referencia, aunque hubiese aparecido?

Tu estómago empieza a encogerse. El sudor que aflora, las gotas que ya te inundan las sienes no te dejan pensar con claridad.

¿Arrancar el motor sin más y navegar hacia un punto en concreto dejándote guiar por el sol y, de noche, por algún astro? Desesperado, aunque un intento al menos… pero recuerda: el combustible y las provisiones están calculadas exactamente para llegar a tierra, de modo que si te la juegas a un solo intento, puedes acabar nuevamente a la deriva y sin comida en mitad de la masa oceánica…

El miedo, la angustia, ahora empiezan a paralizar tus miembros y a generarte temblores… buscas un lugar a la sombra para sentarte e intentar razonar con más lucidez.

¿Y si te dejaras arrastrar simplemente por la corriente? Todas las corrientes conducen hasta algún sitio cerca de tierra, poblado… la civilización… sí, todo el mundo sabe eso. Pero, si dejas los tanques llenos de carburante, el barco seguiría siendo demasiado pesado como para que el efecto de los vientos o de esa cinta transportadora subacuática fuera lo suficientemente efectivo… además, está el problema de la comida, cuya cantidad es finita…

Sueltas el ancla, dejas pasar las horas; te derrumbas y al final el sueño puede contigo. La mente está en blanco. Llega un nuevo día. Y otro. Y otro…

Dos semanas después, te arrojas por la borda y tu cuerpo se hunde lentamente…

En el transcurso de esos días, no te has parado a comprobar ni por un solo momento, que en un armario, abajo, tenías artilugios de pesca, una caja de bengalas y unos prismáticos. Encerrado en tu frustración y en tus teorías imposibles, no te has dado ni cuenta de que decenas de barcos cargueros han pasado a varias millas de distancia, casi invisibles para tus ojos, pero alcanzables en unas horas gracias a tus motores potentes y deportivos…

No te has dejado ayudar…

No te has dejado querer…

Muchas mañanas, yo también me levanto y huelo el salitre en el aire…

23.1.07

Nueva categoría de los premios 20Blogs: mejor comentador/a (propongo…)

Ella ya empieza a saber lo que implica ponerse delante de la hoja de papel en blanco o de la pantalla del procesador de textos para intentar parir unos cuantos párrafos con los que uno mismo empiece a estar un poco de acuerdo. Por eso, a la vez que inspira posts, también valora otros como “Ella”, “Y me salvó la vida…” o “Jugársela a las cartas…”, sólo por poner algunos ejemplos de intentos medianamente fracasados de componer alguna historia en prosa. Si bien no aspiran a ser joyas literarias (eso por supuesto) sí que conllevan un esfuerzo de redacción y de imaginación. Y me perdonan la inmodestia, ojo.

Cuando me topo con el blog de “Jack el destripablogs” he de reconocer que me gusta. La crítica está muy minusvalorada. La buena crítica, constructiva y fundamentada, objetiva, ayuda a evolucionar. Y además, en contra de lo que dice mucha gente, pienso que este tipo utiliza sobradamente bien las herramientas del lenguaje (gramática, vocabulario, ortografía…) y no se trata de un “envidioso” o un blogger frustrado que se dedica a publicar sandeces o infamias sobre otras bitácoras. Es más, no deja de ser significativo que muchos autores/as sobre los/as que ha opinado, le hayan devuelto una contestación cordial y llena de empatía y sentido del humor.

Pero no puedo coincidir con uno de sus baremos a la hora de valorar los weblogs: Jack afirma que la “dispersión” y el “eclecticismo” juegan en contra de un blog que aspire a ser de calidad media. Ejemplos sobrados los hay, y yo cito a “Trapo”, “Furu”, a los chicos de la “Ciudad Nodriza” o a las chicas de “Te lo digo por tu bien”, como buenos casos de páginas eclécticas y sobre temas variados que te enganchan a su enlace.

Yo creé este espacio con una intención manifiesta: la de ser misceláneo, la de combinar escritos más o menos surrealistas con notas de humor, otras muy personales, poemas, crónicas, alguna recomendación cinéfila, confesiones personales (las que menos, y suficientemente encriptadas)… y tengo que reconocer que la idea de “hacer pensar” o ayudar a alguien a que desarrollara alguna idea o sensación, me atraía. Posts como los que citaba al principio de éste fueron paridos con dificultad para ello.
Y no me quejo ni reprocho nada… pero no deja de llamarme la atención que hayan sido éstos precisamente los que menos comentarios han suscitado…

“Parece que no llegan a traspasar el límite de lo que “gusta” como norma general… déjate guiar un poco por el número de comentarios de otros posts, y enfoca el blog así; no tienes nada que perder…”. Tengo suerte de tenerla ahí, es mi mejor crítica.

Hay algo, sin embargo, que he descubierto que le da sal y condimento a esto: el feedback entre el autor de la bitácora y el comentador/a. Hay ocasiones en que un comentario que ha hecho brillar una luz en alguien, vuelve a iluminar en ti al mismo tiempo otra lucecita. Y entonces, el proceso de gestación de otro nuevo post adquiere una nueva dimensión.

Con todo, y ojo eh, no me quejo, pues por todos es sabido que existen numerosos blogs llenos de comentarios que, aplicado el tamiz, se quedan en un “cómo me gusta tu blog”, “qué guay”, “sigue así”… siempre son agradecidos (supongo), pero… ¿qué hay del contenido del post que los originó? “Es que no lo entiendo”, dicen muchos y muchas… Es que no lo has leído. La mayoría de las veces.
El domingo por la noche asistí a un espectáculo grotesco: Rafa, el eZcritor, publica un post “vengándose” de una chica que no quiso acostarse con él. Algunos comentadores/as llegan incluso a amenazarle con denunciarle ante organizaciones feministas por el lenguaje y las expresiones que usa. Sólo un escaso porcentaje de lectores parecen haber LEÍDO el contenido de ese post.
Es un juego, coño, es un juego…

Y luego está el caso de los “trolls”. Tienen su gracia…

Estimados señores/as de “20minutos”. Visto su manifiesto fracaso en la convocatoria de la organización y gestión de los premios de este año (y en esto último me permito erigirme en portavoz de otros bloggers y expresar en una sola voz un descontento patente…), les propongo que creen la categoría de “Mejor comentador/a” para así seguir colaborando con el desarrollo de la Sociología Aplicada de esta nuestra Eppaña…

Un saludo.

21.1.07

JUGÁRSELA A LAS CARTAS...


“Dejadme. Quiero estar solo…”

Esa había sido la contestación de él durante los últimos meses. Meses. Fuera por teléfono, o presentándonos en la misma puerta de su casa, no había manera de conseguir sacarle de ella.

Ahora pienso que no hicimos lo suficiente, y echando la vista atrás la culpabilidad nos invade a todos y todas y nos llena las arterias de plomo y los ojos de océanos que no terminan de hacerse líquidos…

Le encontraron tumbado en el sofá. Su tío, que tenía una llave del piso, se extrañó de que ni tan siquiera contestara a su oferta para salir a dar una vuelta por el campo, como otros sábados por la mañana. Con él sí se atrevía a salir al mundo exterior. Con su tío todo era diferente, los silencios sin sentido eran aceptables, un proceso más del ritual. Y el tío entró, y cuando posó su mano sobre su hombro para despertarlo, se topó con la dureza, con la rigidez. Yacía con la manta por encima, con los ojos cerrados, en calma… flaco, demacrado, con la barba descuidada. Casi angelical.

Habrían de pasar otros muchos meses para recomponer toda la historia completa. Y aun así, nunca podremos llegar a identificar todos los vínculos, todas las conexiones entre los hechos. En definitiva, sólo son conjeturas. Sin culpables y con una sola víctima: él. O tal vez no. Tal vez el papel de víctima ya lo estaba interpretando a la perfección antes de que la muerte sobreviniera.

Todos esperábamos que, como gesto de despedida, nos dejara uno de sus escritos, una de sus composiciones… una pista. Nada.

Dicen que el punto de inflexión lo marcó ese paseo con ella…

En una acera cualquiera de una calle cualquiera de un barrio cualquiera, una pareja camina abrazada y entregada a la conversación irrelevante y trascendente al mismo tiempo cuando, de repente, él ve unos folios escritos tirados en el suelo.
La curiosidad es enemiga de la prudencia, y la prudencia es enemiga natural de él desde hace siglos. Se agacha y toma uno de esos folios. Está escrito a mano, con tinta azul. Es una carta. Incompleta.

Una carta de una chica a una chica. La leen. Está en la calle, ha sido arrojada intencionadamente por alguien. La invasión de su contenido parece así menos condenable y harto satisfactoria.

No es una carta de amor. O sí.

“Es una carta escrita por ella para ella misma… Es un diario… ¿no te lo parece?”

Por eso la amaba… por su capacidad para ver más allá, para imaginar, para encontrar otro sentido a las cosas… convino en que podía tener razón, y le confió el escrito, puesto que él ya lo había retenido en la mente palabra por palabra.

Días, semanas después, su contenido había mutado en el interior de su consciente, adoptando formas irreconocibles y cambiantes según la necesidad. Las palabras se deshacían, se separaban en letras que copulaban frenéticamente las unas con las otras para parir nuevas palabras que se jerarquizaban y organizaban en distintos estamentos, en párrafos de primera y segunda clase. Los unos, paulatinamente, derrocaban a los otros en sangrientas refriegas que imponían un nuevo orden existencial y sentimental y hacían que la chica imaginaria viajara a través de todos y cada uno de los estados de ánimo imaginables. Lloraba o reía invariablemente. Vagaba cómodamente por encima de la línea divisoria de la vida muerta y de la muerte en vida, del amor y el desamor, del sueño o la vigilia, de la razón o la demencia…

Una madrugada, la sociedad de las letras arrojadas halló su punto de equilibrio; y la chica se volvió chico dentro del espejo que formaron estratégicamente las consonantes. Y se vio la cara en sueños… Su tez palideció como por arte de magia. El horror impreso en ambas pupilas, en ambos pares de pupilas, dentro y fuera del panel de cristal…

Y la carta llegó. La otra. O la misma…

Entre el dolor y la vida, se entregó al dolor como forma de vida. Porque entregarse a la vida, le pareció, iba a ser demasiado doloroso…


20.1.07

Balbo me dejó boquiabierto…

Él y yo somos los únicos de la “peña” que tenemos piso o apartamento propio y vivimos a tiempo completo en él con todas las tareas de limpieza, colada, cocina…etc., incluidas en el lote. Y además lo hacemos desde hace bastante tiempo. Sí, somos unos “privilegiados”, emancipados y propietarios a nuestra edad, aunque no es menos cierto que ese status también viene, en gran parte, como resultado de unos cuantos años de bastante trabajo y sacrificio… y los que quedan, claro, para terminar de pagar la hipoteca…

El caso es que cuento esto porque, siendo las cosas así, no es raro que nuestras respectivas casas se conviertan muchos fines de semana en las centrales del ocio de muchos de nosotros. En la zona donde vivimos, el invierno es bastante aburrido y adormecedor. Contrariamente a lo que se podría pensar, nuestra parcela de la Costa del Sol se ha ido especializando en un tipo de turismo “de la tranquilidad”, residencial, y principalmente enfocado a un turista-residente jubilado y con ganas de encontrar un retiro sosegado. Hace veinte años no era así: hordas de jóvenes alemanes, belgas, ingleses llegaban a nuestras playas, y florecieron pubs, discotecas y garitos de todo tipo. Se practicaba el sexo, se bebía, se reía… una noche podías salir solo, sin plan, y nunca sabías cómo ibas a acabar la mañana siguiente, pero era seguro que daría lugar a numerosas anécdotas, que te lo ibas a pasar en grande… Yo lo viví de pequeñito, cuando mis tíos (poco mayores que yo) me llevaban a todos sitios en el Mobylette o en el asiento del copiloto del Seat 127…

Ahora, si no coges el coche y te vas a Málaga o a otros pueblos… y, claro, a veces no mola coger el coche, no hay ganas, no hay pasta… (tenemos que pagar la hipoteca y eso…). Por eso, muchos viernes por la noche la pregunta es: ¿en la cueva o en casa del Balbo? Unas películas pirateadas, algo de comer, y a la cama. Al menos, nuestra salud está ganando enteros, eso sí…

Y aquella noche, cuando Balbo me dejó boquiabierto, estábamos en su casa…

Veo, al lado del sofá, una caja. Y cuando le presto atención, me doy cuenta de que está llena de ¡comics! Balbo ya está empezando a roncar en su sofá predilecto, y el Pérez sigue atento las evoluciones de Milla Jovovich en la pantalla, pero yo me dedico a vaciar poco a poco la caja y escudriñar su contenido; cuando llega la sorpresa: la colección entera de MAKOKI… lloro de nostalgia.

MAKOKI fue una publicación que duró demasiado poco. Con editorial propia, muchos dibujantes míticos como Vázquez (“Anacleto, agente secreto”), Ramone, Langer, Calvo (“Supermaño”), Calpurnio (“Cuttlas”) o Azagra (“Partido de la Gente del Bar”, “Pedro Pico y Pico Vena”) fueron parte de su staff, así como otros que hoy ya son consagrados como Manel Fontdevilla (co-director de El Jueves). Desde finales de los ochenta hasta principios de los noventa se dedicaron a criticar lo criticable de la España pre-olímpica y, sobre todo, a crear un cómic de vanguardia, surrealista, artístico, ácido, con personajes como “Brian the Brain” o el propio “Makoki”, que daba nombre a la revista.

Lo sacaban en tinta negra, aun sabiendo que era más caro. La rentabilidad económica, obviamente, nunca fue su primer objetivo, y fue una lástima que, al final, la invasión extranjera de publicaciones manga y norteamierdicanas se los cargara (al margen de algún problema interno de egos, como se rumorea aún…).

Claro, me traje la colección prestada para mi casa, porque yo solo conservo algún número por ahí perdido entre las cajas de la mudanza (esas que nunca se terminan de abrir por muchos meses que pasen…).

Anoche, frente al número 17 (prefiero leerlos sin orden), comienzo una historieta de “Marina”, la chica-sirena que quería vivir en tierra con los “cumbayás”… y cuando estoy en la segunda viñeta, dieciséis años después de haberla leído por primera vez (dieciséis, ojo), recuerdo aún perfectamente como terminaba… No se cuantas cosas en la vida permanecen tan enquistadas en la memoria, supongo que sólo las muy buenas y agradables, o las muy malas y traumáticas.

Esta es de las buenas. De las muy buenas. Os recomiendo que os hagáis con algún ejemplar o con todos en Internet. Están disponibles…

19.1.07

LAS NOCHES CAPILARES DE TITO PÚGIL...

Mil y un asaltos perdí contra mi pelo… enmarañado, rebelde… cual exabrupto celular de mi cuero cabelludo, me retaba incansablemente mañana tras mañana, noche tras noche… Condicionaba mi vida social, laboral, afectiva (por más que ella, indulgente y linda, me recordara que no quedaba tan mal…), musical… a veces pienso que me hice motero sólo para ocultarlo bajo el casco durante el trayecto por el asfalto.

Pero vi aquel spot de L’oreal en el que Andy McDowell saneaba sus puntas y eliminaba sus incipientes canas aplicándose no-se-qué-producto de la gama, y raudo me encaminé hacia mi peluquero de confianza para que me vendiera ipso-facto el último sucedáneo mascarilloso (no soy rico, ¿saben?) que calmara el estrés de mis melenas iracundas.


Sí… si no recuerdo mal, se lo ponía así al estilo Pedja Mijatovich mientras le entraba la risita tonta y consultaba sus fantásticos mails echada en una cama impoluta, en un portátil que nunca estuvo encendido… Ummm, qué sexy… yo también puedo, yeah…


Mas… ¡¡sielos!! la keratina de mis cuerdas-de-contrabajo de la cabeza (de arriba) se amotina y reacciona contra el cutre y baratusco producto de cosmética…



A estas alturas de la noche, Lucas ya me ha dejado por imposible. Acaba de encontrar a una nueva amiga: “Balay la marchosa centrifugosa”, con la que intenta entablar una conversación productiva. Lo raro es que lo consigue…


PD: Lo barato no es que salga caro, es que, directamente, es una puta mierda.
PD2: Irene, aunque nos llamen de todo, sigue así: ¡¡Viva Rocky, coñio!!

18.1.07


AVISO PARA NAVEGANTES…

“Ende” luego que teníamos que salir de una y meternos en otra, oyes… no había bastante con una operación, no; ahora había que continuar el “annus medicus horribilus” con una faringitis vírica including fiebre, convulsiones y cefaleas… y yo con estos pelos de estropajo y el blog sin actualizar, oigs…

Que lo del blog, si en algún momento mi intención fue la de optar a algo en el concursito de los 20minutos, ya da casi igual, porque ya creo que todos y todas hemos visto de qué va el temita y los temitas (ya os vale, eh…). Pero bueno, lo dicho, como la intención tampoco era esa, aún febril lanzo este aviso a todo el que buenamente quiera dar cuenta de él:

En mi viaje de fin de semana por las carreteras del levante español, he comprobado (aparte de que LA QUIERO… y mucho), que hay un tipo conchabado con la Dirección General de Tráfico al que no paran de lanzar mensajes cifrados a través de las señalizaciones. Of course, el tito púgil, avezado chófer y gran conocedor de la panelística internacional, lo ha detectado… este sujeto en cuestión responde al nombre de “PRECAUCIÓN”…

Empecé a mosquearme cuando, al pasar un viaducto en Almería, leí el siguiente mensaje iluminado en dos partes:

“Precaución, circule con…”

¿Con quién? ¡¡Aghhh!! ¿Con quién? Ostias, que no lo he leído completo… igual era yo… miro nervioso por el retrovisor, pero no; a esas horas de la madrugada yo soy el único que se ha embarcado en un viaje en busca de la musa, y por la Nacional no circula nadie más.

En el viaje de regreso desvelaría el secreto al leer el siguiente panel fijo:

“Bienvenido, AP-7. Circule con precaución…”

¿AP-7? ¿Quién diablos es AP-7? Esto no pinta bien… Ahora son dos los agentes infiltrados, con sendos nombres en clave, los que se incorporan a la circulación para adueñarse de nuestros puntos o de nuestras ruedas de repuesto en el mejor de los casos…

Y es que, no me toméis por loco o por gilipollas, pero en esos mensajes hay gato (hidráulico) encerrado. O no me digáis que una señal como esta que os transcribo…

“PRECAUCIÓN: Túnel iluminado”

…no le pone a uno los vellos (púbicos) de punta por lo obvio… ein?? ein??

12.1.07

ELLOS...


(Maltieri ha llamado así a la ilustración, y he considerado oportuno mantener el título...)


Seis meses sin hablarnos. Tonta. Estúpidamente. Al otro lado del ring, veinte años o más de "matrimonio" y de cervezas, y de fútbol, y de confesiones... incluso allá en Granada, ya vivimos dos años juntos. Los mejores.
Y era tan fácil como cruzarnos cuando yo salía de la consulta del veterinario, de dejar a Lucas, y él iba a alquilarle a Patri una película al videoclub...
Le tocaba a él dar el primer paso (y lo admitió). Pero lo di yo, y no me importó. Para variar (tono irónico). Quizá es que tenga que ser así.
Sólo escribo este post para celebrar el reencuentro, el abandono del "standby" de nuestra alianza. Cuántos paseos y cuántos cigarros, como en la imagen...
Igual a Maltieri le empieza a mosquear que ya haya usado dos de sus ilustraciones para mi blog, así, sin invitarla ni a una caña (que morro tengo; pues que sepas que suelo ir a Sevilla de vez en cuando...). Pero quiero decirte algo: ese dibujo apareció en mi vida en el momento justo, y removió tantas y tantas cosas, y me emocioné tanto, que no podría existir otro en todo el planeta para acompañar a este simple escrito. Y algo me dice que esto que acabo de escribirte ahora a ti en exclusiva tiene mucho que ver con el sentido, con el por qué de por qué escribimos versos o pintamos en papeles, ¿verdad?.

10.1.07

DIME CINCO PALABRAS…



Caían, como osos invernantes,
como corolas desnudas y pálidas
que añoraban la planta madre…

Caían. El gemido del perro a medianoche,
la sedienta semilla de marihuana,
la casa sin techo que lloraba chispas,
los dedos de mujer emulando estambres,
la hoguera que tiempo atrás se sabía cálida,
las lágrimas de alegría de tantas mañanas…

Caían. En estructuras no inventadas por el hombre…

Caías. Siempre llueves en los monzones ensoñados…
en las praderas despobladas…

9.1.07

"QUERIDOS REYES MAGOS..."




Quiero, de una vez, volver a sonreír.

No a reír.

A sonreír.

(Foto: www.milmillones.net)

8.1.07

EN UNA PAUSA DEL CURRO...



NUDE

Yo en la parte desnuda,
desvistiendo al espantapájaros.

Proselitista de mi miedo.
Disidente de las formas correctas.
Expendedor de grietas incipientes y
artesano en los enjambres de aristas.

En el lado desnudo, expuesto.
Amo y señor del taller de corte; del inexistente
ovillo y el maniquí contorsionista
siempre con tu rostro... y sin tus brazos...
Siempre en la orilla despoblada...

Desnudando (negro rencor, ira insana)
tu esqueleto de alambre de los cabellos ajenos.
(NOTA IMPORTANTE: A partir de hoy y en adelante, está abierto el periodo de VOTACIÓN de los PREMIOS BLOGS 20minutos. Si te gusta este blog, que está participando en algunas categorías, por favor no dejes de votarlo pulsando el icono que aparece a tu izquierda, al final de la sección de enlaces "Otros rings...", y difúndelo entre los contactos que desees. Gracias).

6.1.07

EN MI CABEZA NO SONABA TAN MAL... (Diario de un ingreso: episodio piloto)

(Este post tendrá validez durante algunos días y se convalidará por las posibles no-actualizaciones que no-haga por causas ajenas a mi y directamente imPUTAbles a mi idem conexión inalámbrica y a mi pc fósil...)

La 263. Esa era la mía. Durante las tres primeras noches, en el más estricto sentido de la palabra, pues la cama de al lado estaba desocupada. Se suponía que yo me iba a ingresar en febrero o marzo (operación programada), pero “Dorotea”, a la que le acababan de descubrir una hermana mayor, “Petra”, dio guerra el día 7, y ya no me dejaron salir de Urgencias. “Chaval, te quedas… esto hay que arreglarlo, pero ya…”.



Al carajo la subida a Terrassa para ver a Isa, y la visita al Anfibio a la vuelta, en Madrid. Como es jueves y se avecinan festivo y fin de semana, hasta el lunes seguro que no me verá ningún médico. Me pinchan la primera de las cuatro vías que tuvieron que abrirme y me dan mi Glucosalino. Yo no lo sabía en aquel momento, pero ese iba a ser mi único alimento durante los siguientes trece días… Llega el domingo e intentan que coma algo y me sacan la aguja del brazo; a las dos horas me quiero morir del dolor y les pido yo mismo que me enchufen de nuevo la botella.

Para entonces, ya ha llegado Pepe, mi compañero de habitación y casualmente también de mi pueblo, que acaba de salir de la UVI, tras sufrir un accidente de tráfico con muy mala pata (se lo llevó por delante, involuntariamente, un amigo suyo con el coche, a la salida de un cruce, con resultado de cinco costillas, clavícula y omóplato rotos, y un pulmón encharcado e infectado). Tiene 72 tacos, y desde luego el destino me jugó una grata pasada, porque resulta ser un cachondo y, casualidades de la vida, uno de los que vendió la promoción de pisos donde yo ahora vivo en uno de ellos, hace ya unos treinta años…

El lunes viene el médico. “Bueno, esto está fatal y muy inflamado… me temo que te vas a tener que quedar aquí sin comer hasta que mejore y podamos intervenir con laparoscopia…”. Joder. Bueno, ya que estamos, aguantamos (me animo). Seguro que serán un par de días… (ja...ja…).


El ala de Cirugía (mi pasillo) está al lado de la de Traumatología…
PENSAMIENTO REVELADOR NÚMERO 1: ACABO DE COGERLE CAGUE A LAS MOTOS…

Los ingresados en Traumatología se subdividen en dos categorías principales:
Por un lado están las señoras mayores con la clásica fractura de cadera (corrijamos falsos tópicos: la cadera no se rompe a causa de la no menos clásica caída que sufren… lo primero que ocurre es que, a causa de la debilidad del hueso, la cadera se rompe y luego, lógicamente, sobreviene la caída al suelo…).
Y, por otro, los accidentados de moto… Tuve la ocasión de conocer a un chaval que llevaba allí la friolera de cuatro meses y medio y ya había perdido la cuenta de las operaciones. Creo que no me podré olvidar de su careto cada vez que vuelva a coger los manillares de la Kawa…


El primer martes (5 días de ingreso) me derrumbo. Ni prueba de anestesia, ni electrocardiograma… nada que haga pensar que me “van a meter mano”… Carmen Paloma, una enfermera excepcional me coloca la palma de su mano en la mejilla y con el pulgar me seca una lágrima y me da un beso en la frente. No dice nada (cosa rara, porque no callaba ni bajo agua…). A partir de entonces pasaría a llamarme siempre “el patillas”, “el niño de la 63” (era el paciente benjamín en todo el ala) o, directamente y con todo el cariño, “pringao”.


El tabaco amigos, el tabaco… lo confieso, no aguanté ni 48 horas sin fumarme un pitillo. Sí, compañeros, la Ley no funciona. Ni en los centros hospitalarios. Me asocié a un enfermero y me enseñó lo que a partir de entonces denominaríamos en clave “el chiringuito”: una habitación situada en la esquina del pasillo que estaban desmontando al haberse reconvertido en Salida de Emergencia. Cuando aquel enfermero (al que llamaremos “J”) me vio la cara de síndrome de abstinencia, no lo dudó: “Luís, si te ves muy desesperado del todo, vente…”. Cogí mi “estandarte” del Glucosalino y le seguí por el pasillo, y nos metimos en el habitáculo para disfrutar del cilindro humeante. “Vente tú solo, pero no me des mucho el cante, tío, que los seguratas están deseando empapelar a alguien, y ponte siempre al lado de la ventana, eh…”.




En cuestión de horas, otro paciente y varias enfermeras y auxiliares ya nos habíamos turnado para fumar y vigilar, e incluso nos agenciamos un sillón y un cenicero, jua, jua…

Por cierto, a mi es que me gustaba ir aunque fuera sin cigarrillo… Estas eran las vistas: La Maroma (Parque Natural) que, aquella tarde estaba un poco nublada. Fue acojonante ver cómo las laderas iban cambiando de color a medida que se producían las primeras heladas…




Me hizo especial gracia una mañana que, confiado, apuraba mi segundo Fortuna de la mañana y de repente se abrió la puerta de golpe; me quedé paralizado, pero no mucho menos que ellas, las dos auxiliares que se disponían a entrar (cara de pasmo… se suponía que no había nadie dentro, ni el de dentro esperaba a nadie de fuera…). “Uff, menos mal, si es el chaval de la 63…”. Carcajadas y cigarrillos posteriores.


Mi dolor, mi cólico, era crónico… si no me metían un calmante cada cuatro horas, reventaba…
PENSAMIENTO REVELADOR NÚMERO 2: SOY UN AUTÉNTICO DROGATA DE MANUAL, Y EL SISTEMA SANITARIO PÚBLICO ME ALIENTA…

Ya os he dicho que tenía, claro, una vía abierta (aunque cada dos por tres tenían que cambiarla de sitio y brazo, porque se me rompían las venas). Eso quiere decir que TODO iba directamente al torrente sanguíneo, jur, jur… Diazepam, Enantyum, Orfidal, Paracetamol… pero nada, absolutamente nada, comparado con dos medicamentos que, lo juro, me dieron tal subidón que llegué a perder la conciencia de mi mismo, creer que estaba levitando y poner los ojos en blanco durante varios segundos: ADOLANTINA y NOLOTIL. El segundo os sonará mucho, pero no por común es menos eficaz una vez que te dan un jeringazo potente directamente en la vena: la temperatura de tu cuerpo parece subir cuatro o cinco grados de golpe, los ojos empiezan a vibrar, incapaces de fijarse en un punto concreto, y parece que un gigante de plomo te sujetara todas las extremidades para que no pudieras articular ni el más mínimo movimiento… Esto dura unos diez segundos (luego viene la paz), durante los cuales yo no paraba de decirle a la enfermera “ostia tú, ostia tú… ¿pero qué me has pinchao, cabrona?” Y ella se descojonaba, acostumbrada la pobre a todo. “¿Te ha sentado mal, muchacho?” “¿mal…mal? ¡Ponme otro!”. La virgen santísima… y el caso es que las ampollas te las venden sin receta en las farmacias… ummm…

El primero, la Adolantina, es un “mórfico” y, con eso, creo que ya está todo dicho. Te sigue doliendo lo mismo, pero como estás con un cuelgue del quince, todo te da igual. Yo incluso me cargué un programa entero de Juan y Medio de Canal Sur que al Pepe le dio por poner en la tele… y ni chisté…

Joder, os juro por mi adorada progenitora que yo, en la calle, no había pasado nunca de los porrillos, el alcohol y un par de clenchas de farla una vez (por cierto, no me moló nada de nada y no volví a repetir; yo no se donde coño está la gracia de esa sustancia…). Luego, como vino lo de la anomalía cerebral de la que adolezco, no volví a drogarme jamás… ¡y casi me lo estoy pensando ahora! Me han enganchado. Les odio (¿).


El miércoles me hacen las pruebas y me dan casi total seguridad: el viernes me meten en quirófano. Fue un día cojonudo, de optimismo, de vueltas arriba y abajo por el pasillo con mi gotero omnipresente… Me entero de que Miguel, un amigo del barrio, está ingresado en Traumatología. Miguel, como yo lo era, es portero de fútbol-sala y acaba de romperse él sólo, en un amistoso, la tibia y el peroné. Le operan en breve de urgencia y está con su mujer en la 223. Voy a verle y está hundido: tiene dos hijos pequeños y se va a pasar, con suerte, unos seis o siete meses sin currar y de rehabilitación. Todo por una pelotita…




Me propongo cumplir con una misión en los días siguientes: animarle, ser el payaso que le va a arrancar una sonrisa aunque yo no tenga ni putas ganas de sonreír tampoco… así que un día, mi portasueros se convierte en percha-móvil de las chaquetas de sus visitas; y otro, me invento un nuevo deporte del que me autoproclamo campeón nacional: el “ROLLER-SUERO”; utilizando a mi gemelo metálico como patineta, me presento en la habitación con estas pintas para goce de sus padres y sus tías (viejos y buenos conocidos a los que ya no les extraña, tras casi treinta años, ninguna de mis paridas…):



No me operan el viernes: Loli ha ingresado con un cáncer de mama muy jodido, y hay que dejarle ese día para que la mastectomicen lo antes posible. Loli, mi amor, si ha servido para algo esa bendita “mutilación” (y espero que así sea, lo deseo día tras día…), bendito también ese retraso, y todos los retrasos, y si yo hubiera tenido que estar allí todavía a día de hoy a cambio de que tú te recuperaras definitivamente, lo firmaría ahora mismo y sin dudarlo… Al que si operaron por fin fue a Miguel…

Recuerdo muy bien aquella noche, porque Reme Díaz, la enfermera por antonomasia, se sentó con Pepe y conmigo de madrugada en nuestra habitación (ella de guardia, y nosotros con nuestro insomnio perenne…) y nos pusimos a charlar como si aquel viernes por la noche tres amigos charlaran en un pub con una cerveza bien fría en la mano (sólo que Pepe tenía un descafeinado, ella una manzanilla y yo mi suero en el brazo, ejem). Le hablé a Reme de “ella” (ver post del día 3 de enero), y la enfermera de pelo moreno me animó a cumplir mis sueños, a luchar por la utopía… y también me confesó muchas cosas que quedan para los tres. Joder, Reme, tengo que hacerte una visita en cuanto pueda… Luego, Pepe se lucía con sus anécdotas sobre una Costa del Sol en los años 80 que la gente de mi generación sólo conoce de oídas. Y es muy probable que adornara los relatos y que se atribuyera más conquistas de las reales… pero qué gracia tenía el jodío mientras lo contaba… La misma que roncando a las dos de la mañana, el mamón. Tuve que encerrarme en el cuarto de baño de la habitación a terminar de leer el tercero de los cinco libros que me leí (“A Sangre Fría”, de Truman Capote) y a fumetear un rato (demasiado tarde para salir al chiringuito…). Evidentemente, el olor me delató a la mañana siguiente, pero nadie dijo nada…


Encerrado en aquel baño me doy cuenta de algo…
PENSAMIENTO REVELADOR NÚMERO 3: ESTOY SOLO. MUY SOLO…

Llevo dieciocho meses viviendo en mi “cueva”. Habré dormido como un par de docenas de noches solamente en la cama. El resto, en el sofá. Desde que dejé de dormir acompañado, he desarrollado una extraña fobia a las camas (va en serio…).

Mi madre viene todas las tardes al Hospital en el bus, después de currar, y se queda hasta que pasan por las habitaciones repartiendo la cena, cuando mi padre ya ha llegado y se la lleva en el coche. Constituyen la única visita fija, incondicional y diaria que recibo. Obviamente.

Estos dos párrafos ejemplifican la situación: con respecto a lo de vivir solo y tener mis “costumbres”, ya me lo advirtió un buen amigo mayor que yo: “llega un momento en que te acomodas; adquieres rutinas, manías, inercias… fruto de esa soledad y de esa libertad de movimiento. Tantas, que se pueden convertir en un arma de doble filo si en un momento dado, te llega la ocasión de comenzar una relación con alguien y compartís ese espacio. A mi me ha pasado, y a mucha gente le pasa, Luismi: no soportas esa “invasión” de tu idiosincrasia (que no es tal, pero tú te pones a la defensiva), ni entiendes la de la otra persona… y no puedes, tío, sencillamente no puedes… todos tenemos una capacidad de adaptación innata, de ceder y de tolerar… pero si pasa demasiado tiempo y no la entrenas, la vas perdiendo… y es simple comodidad, es un instinto de protección de tu “nicho”, de tu “ecosistema”. No es que seas un tirano ni un inadaptado… es simplemente que ya te has mutado en Lobo Estepario…”

Y yo creo que voy por ese camino, aunque hasta no hace mucho me resistía a pensarlo… Lo compruebo cuando, tras más de una semana en esa habitación y, aunque Pepe tiene el cielo ganado conmigo e hicimos muy buenas migas, empiezo a cansarme ya de ciertas cosas que, para cualquiera, no tendrían la mínima importancia. Sí, cierto, es distinto, ya lo se… Pepe no es mi “pareja”, ni “le quiero” como la querría a “ella” (por ejemplo). Sólo digo que pensé en ello; y, por primera vez, lo hice seriamente…

El segundo párrafo… las visitas… Dios, cómo eché de menos sostener una mano no-maternal. Cómo hubiera deseado no tener que alarmar a mi padre de madrugada (tres veces) para que me llevara al Hospital, porque eso hubiera significado tener a alguien a mi lado que me hubiera ayudado, porque eso hubiera significado que no estaba sólo en la “cueva”, tirado en el suelo y sin poder coger yo mismo mi coche… Al menos, alguien que hubiera podido marcar el número de teléfono sin dolor y sin la voz así, que lo hubiera hecho por mi en un tono más sereno…

Pero en fin, qué le vamos a hacer… Yo no me creo mucho eso de que “cuanto menos buscas algo, antes llega”, ni eso de que “cada cual tiene su momento” (aunque compuse un poema muy interesante basado en esta última frase…), pero parece que hay que rendirse ante la evidencia… Rocío me dijo que “yo no dejaba que me quisieran”. Dolió un huevo, pero de eso se trata con las amigas de verdad…


El sábado fue el día del surrealismo. Ya era casi seguro: el martes 19 sería el día elegido para el quirófano. Con esa tranquilidad/resignación y con el cansancio por la nochecita anterior, aparecen Dani (titomaning) y Álvaro a mediodía, cámara en mano. Nos largamos a los pasillos y me los llevo al “muro de las lamentaciones” (joder, estoy cayendo en que le puse nombre a todo…): una banqueta situada justo enfrente de la máquina de las chocolatinas, en uno de los pasillos… Recordemos que yo ya llevaba 9 días SIN COMER NI BEBER absolutamente nada y, unos minutos al día, me gustaba martirizarme a solas frente a ese paraíso de bollería industrial y prohibida. Masoquismo lo llaman…

Un momento… ehhhh… los Donuts de chocolate se han quedado enganchados en la espiral metálica y están a tan solo un golpe de caer abajo… ummm, ¿y si…?



Titomaning, en su segundo intento por echar el chocolateado dulce abajo (Álvaro se los marca cual árbitro de Wrestling…) es sorprendido por las enfermeras y, rápidamente, se justifica: “¡¡Joder, vieo… le he echao un euro y se lo ha tragao!!”. No, no cuela…



Menos mal que no lo consigue, porque juro por mis muertos que me los hubiera comido e igual lo jodo todo.

Es curioso, muy curioso, lo de los sueros… No, no tengo NADA de hambre. No siento la necesidad física de comer, puesto que lo estrictamente necesario para mi cuerpo ya me está siendo administrado por ese suero. Lo jodido es la sensación de no masticar, de no mover las mandíbulas, de no sentir el sabor de nada en las papilas gustativas. Cuando le pasan la bandeja a Pepe (que cada día está mejor) yo tengo que salirme de la habitación porque, psicológicamente, no puedo aguantarlo, aunque él, con su mejor voluntad, siempre me guarda el postre, aunque yo me niego con férrea fuerza de voluntad (si empleara la misma para dejar de fumar, otro gallo de Morón me cantaría…).

Al final, tanto (necesario) sacrificio da sus frutos: la inflamación ha bajado lo bastante, al igual que mi tripa (9 kilos menos tras once días, nos situamos ya en el lunes), y el martes sobre las once y media de la mañana me subirán al quirófano, lo cual implica una serie de acciones preparatorias el lunes… afortunadamente, Carmen está de turno…


El ritual comienza desde la mañana anterior con los pinchazos de Heparina para evitar la coagulación de la sangre. Por la tarde, el enema, jaja… Yo le digo a Carmen que no nos conocemos lo suficiente como para que me enchufe semejante piporro por el culo, y así, en frío, sin un besito ni nada… Pepe se parte. “Venga ya, pringao, bájate los pantalones, ponte de lado y relaja el ojete…”. “¿Pero qué te piensas que voy a echar yo por ahí, chiquilla, si llevo once días sin beber ni agua?”. “Ya verás como echas algo, anda calla que no tengo mucha puntería…”. En la vida pensé que me iba a reír tanto con una lavativa… (no es nada, en serio…). Cuando termina, me da una palmada en el cachete y se va y me dice que trate de aguantar unos cinco minutos antes de ir al baño. La ostia, pues costaba aguantar, y el cabrón de Pepe haciéndome gracias desde su butaca para que me riera… “Pepe, hijoputa, cállate que te suelto un fogonazo y te dejo rubio, jajaja…”. Pues sí que se saben éstos lo que hacen antes de una operación… no entraré en detalles, claro, pero el caso es que mi sistema digestivo estaba lleno de bilis infectada que tenía que expulsar obligatoriamente…

Esa noche me drogaron a conciencia para dormir…

Por la mañana me aparecen… ¡con unas medias! que, según ellos, sirven para favorecer la circulación en las piernas durante el efecto de la anestesia. Tengo que ducharme, colocármelas y acostarme totalmente en bolas a esperar al celador para que me suba a la planta de arriba. Mi familia ya está aquí y justo en esos instantes llega el médico y le dice a Pepe que se va para casa, que le va a preparar el alta. La verdad es que me alegro de haberle tenido allí hasta aquel momento. Habíamos calculado que nos iríamos juntos para el pueblo, y sólo fallamos por un día. Además, con un poco de suerte, no me meterían a nadie al lado y pasaría el postoperatorio tranquilo… nos damos un fuerte abrazo e intercambiamos teléfonos…

Sobre lo que ocurrió en la planta de arriba, ya con el gorrito verde puesto y esperando a entrar en la mesa de operaciones, no voy a extenderme mucho. Sólo dos sucesos: las risotadas en la propia mesa justo al entrar cuando mi vejiga dio la voz de alarma y tuvieron que buscar dos cuñas para que la descargara, y la angustia de la anestesia cuando (claro, yo no sabía que eso iba a pasar…) me quedé sin aire, aun consciente, durante un par de segundos e, instintivamente, intenté quitarme la máscara con un movimiento brusco del brazo que el propio cirujano paró a tiempo. La paz (como anticipó Lynn en un comentario), y luego el despertarme de una forma muy especial (ella sabe de lo que hablo, aunque no leerá esto…).

Todo el mundo me había dicho que iba a ser como una resaca muy jodida, con dolor de cabeza, nauseas y toda la pesca… Pues no, oyes… Empezaron conmigo sobre las doce de la mañana, y a las dos y media de la tarde ya estaba en mi habitación, con el pijama puesto y viendo Los Simpsons (Pepe, como gesto de despedida, había llenado la máquina de monedas y quedaban muchas horas de caja tonta…). Cuando entra Carmen, pone cara de sorprendida: “Pero… ¿ya estás tú así de espabilao? No me lo puedo creer, vamos…”. Yo estoy pletórico al mirarme la barriga y ver sólo cuatro esparadrapos pequeños. Al final pudieron hacerlo por laparoscopia y no abriendo a lo bestia (lo cual hubiera significado otra semana más allí), y eso implicaba que, con suerte, al día siguiente a esas horas, iba a estar en casa. Por la tarde me dejan tomar una manzanilla y por la noche un descafeinado. Reacciono bien y voy al baño normalmente.

Me paro a pensar, allí en el tigre, que me falta un órgano dentro del cuerpo, un órgano vital para hacer la digestión… y allí estoy, tan campante, tan normal… flipas con la Medicina…

Por la mañana, más pinchazos de Heparina y antibiótico y un desayuno casi normal. No vomito. Me dan el alta. Y vaya alta… “J” y yo nos vamos por última vez al “chiringuito” a fumarnos un pitillito, yo ya con ropa de calle la cual, misteriosamente, ha ensanchado… La puerta se abre de golpe y porrazo, ¡y aparece el cirujano que me operó con un sobre en la mano!... “Os voy a meter un paquete… como no me deis un cigarro, ja,ja…”. Qué mamonazo… (Insisto, la ley no funciona).

Charlamos, nos reímos un rato, me da los detalles de la dieta que tendré que seguir y el tiempo que deberé dejarme las grapas y cómo tengo que curarlas yo en casa, y me suelta “Cucha, cabrón, respirar no podrías pero no veas cómo soltaste el brazo que me costó trabajo parártelo”. “Pues haber avisao…” contesto.

Mi madre y yo nos pillamos un taxi y volvemos al hogar familiar (mejor que en el mío propio voy a estar los primeros días; además, es 20 y la nochebuena está cerca. Nochebuena sin gambas, pero nochebuena al fin y al cabo…). A la mañana siguiente, Álvaro me despierta por la mañana y se pasa por casa, inmortalizándome con el pelo despeinado y tomándome el primer descafeinado del día (de los muchos que me quedan por tomarme de ahora en adelante) y el primer pitillito (al menos, eso sí, ahora he conseguido fumar un poco menos).



Deprisa, deprisa… el carnaval está cerca y luego habrá que organizar otro San Antonio, que el tiempo se echa encima. Además, hay que volver a retomar el blog (en el Hospital, gracias al teléfono Blackberry que tengo por mi curro, seguí al eZcritor, a Marta y a Lynn, pero yo no podía subir posts…).

Como me gusta volver a estar con los amigos de la “blogosfera”…

(PD: Este relato está hecho a partir de varias anotaciones que fui tomando durante el ingreso. Sí, lo se, es un poco largo y quizás carente de interés, pero le prometí a un grupo de buenos amigos que lo iba a hacer, puesto que están lejos y no pueden visitarme en estos momentos. Las fotos, cómo no, son del gran Álvaro. Sólo darle las gracias a él, Lucía, Mabel, Pili, Pinky, Maikel, titomaning, Lucas -no mi gato, sino la persona que hace que mi gato se llame así-, Balbo y el Pérez…).

(PD2: Cuida tu dieta, ostias…)

5.1.07


EL CONCURSITO DE BLOGS Y LOS (QUERIDÍSIMOS) COMPETIDORES…

Siempre me he tenido por un buen competidor en todas las disciplinas (deportivas o no) en las que participara; lo cual no excluye que me guste ganar. Algunas veces, por el premio. Las que más, por el reconocimiento en sí de obtenerlo.

El primer post sobre otro blogger fue el de Rafa Fernández, el eZcritor (ganador de la edición pasada de los Premios 20minutos al mejor blog en castellano), una de las personas, junto a mi amigo Dani, muy culpables de que yo me animara a crear esta bitácora personal-fingida que ahora mismo estáis leyendo.

Luego vino Marta, concursante también en 20minutos, para la que pedía el voto sobre todo por el grafismo de su página y su simpar modo de combinar el arte con la actualidad o los hechos que nos narraba.

Y ahora creo que le toca a Furu, el “gambitero” (por cierto, que todos/as están enlazados/as a vuestra izquierda…).

De Furu me mola (“molomazo”) el estilo tan personalísimo (sobre todo usando las palabras, sin llegar a la pedantería pero no exento de mordacidad) que te hace engancharte a su enlace y que hace que te mosquees si no lo ves actualizado, aunque luego, lógicamente, se te pase, claro; que todos tenemos otras cosas que hacer aparte de postear…

Las anécdotas sobre aspectos tan cotidianos como el fortuito encuentro y posterior charla desarticulada con un paisano medio cocido a base de carajillos tras comer y en la que (horreur), tú también descubres que acabas de pasarte un poco con las birras del almuerzo… O las del instituto o el cole… O las de series de la infancia que hemos compartido…

La gama de productos novedosos y actuales que suele descubrir (las libretitas con goma, jorl, yo también pienso agenciarme una, pardiez…) o los viejos temas musicales que nunca recordamos cómo se llamaban para descargarlos (él sí…) y que nos muestra para no quedarnos sin tema de conversación en cualquier contexto (o iniciarla, según… odio esos incómodos silencios ante una buena Heineken…).

Mítico aquél “…excepto en Balde, ese pueblo donde nunca pasa el tiempo…”.

Y guapa la pegatina “Holly Rock”. Sigue en la lucha, compadre…

Cocina, música, decoración, viajes… a este tío no se le escapa nada. Hasta una leve obsesión por Fríker Jiménez… Sin duda uno de los mejores blogs en la sección “Actualidad y Tendencias” que os vais a encontrar. Y, además, casi siempre, risa garantizada. ¿Quién da más?

Linken, señoras, linken a este tipo. No se arrepentirán…

(PD1: Además, también luce tatoos en los bíceps, y eso une…).
(PD2: Y ya lleva tiempo escribiendo, eh… pasen por “su antiguo blog”)

4.1.07

“Y ME SALVÓ LA VIDA…”

Cuando atravesé el umbral de aquella puerta aquella mañana, recibí el aluvión de sonrisas que predecía Rose, la chica de Greeblech que se las sabe todas y que, en los últimos años, se había convertido en mi confesora. En mi musa.

Rose se ha curtido en el barrio. Sabedora del poder de las apariencias, había preferido colocarse siempre en un estratégico falso-primer plano, sin abrir demasiado la boca y sin cerrar demasiado las orejas, aprendiendo a medir los silencios y a establecer conexiones entre gestos y acciones hasta, casi, hallar la ecuación matemática perfecta que predecía el éxito o el fracaso pocos instantes antes de que se materializaran. Indistintamente.
Y su dominio de las apariencias le hizo ser la reina desheredada y nunca reconocida del ghetto, retirándose siempre en el momento justo, en el instante preciso en que las cosas empezarían a ponerse mal, siempre fingiendo que las ocupaciones que la sacaban de escena merecían muchísima mayor atención, le podían ofrecer una mayor gama de sensaciones, de peligro, de riesgo. Pero Rose era una chica, una chica del barrio; nadie la acompañaría nunca por miedo a que se generaran habladurías de cualquier género (flirtear con una “pava” de la misma calle era un pecado mortal, una aberración. Por otro lado, si los rumores surgían de según que malditas y apestosas bocas, podrían poner en duda la virilidad del más pintado…). Y ella escapaba, se salvaba, y “de cara a la galería” el resultado era un éxito. Ella leía y paseaba. Su escondite en el descampado, bajo la acequia, protegía su más valiosa posesión: su mente, su independencia, la libertad que respiraban sus ojos. Algún día saldría de allí, pero con toda una caja de herramientas vitales dispuestas a ser utilizadas.

Rose, en definitiva, sabía todo lo que Greeblech podía ofrecer… y todo lo que te podía robar si te dejabas seducir por su sucedánea sensación de protección, por su maldita y aviesa inercia.

Yo venía de “la parte buena”. En un mundo de corrección matemática y estadística ideal, nuestro encuentro hubiera sido simplemente una “anomalía del sistema”. Pero, afortunadamente, nuestro mundo se sustenta en las anomalías (Darwin, siempre Darwin, en esencia…).
Y nunca pude haber pensado que aquella chavala, en apariencia adoradora de los ritmos prefabricados y los vehículos modificados a conciencia, se iba a dirigir a mi en aquella tienda de discos casi vacía para decirme, sobre el disco de MAGA que sostenía en mis manos: “no te lo pienses más… no es tan bueno como el primero, pero sólo los dos primeros cortes ya merecen la pena de los euros que vale… además, en un tema, toca Floren, de LOS PLANETAS…”. Sin contestarle nada, pagué el disco como un autómata, lo metí en mi mochila y volví donde ella estaba para invitarla a un café y a un cigarrillo. “Vaya, gafapasta, pensé que ahora los pseudo-poppies usabais otras tácticas; ¿no te parece que andas un poco trasnochadito tú?”. Dos a cero y el dependiente muerto de la risa tras el mostrador. Salí de la tienda confuso y, unos pocos metros más adelante, volvió a abordarme: “Hey, dame fuego, anda… me llamo Rose y el café me gusta con dos azucarillos. Ven, allí no lo hacen del todo mal, al menos no parece agua de fregona…”. Y, tras encender el cigarrillo liado, me tomó del brazo y nos metimos en una cafetería en la calle de enfrente.

Amistad, sexo, amistad, amor, amistad, sexo, amor, amor, amistad… un cigarrillo.

Por eso, cuando atravesé el umbral de aquella puerta, yo debí saber que el aluvión de sonrisas se transfiguraría en una lluvia de guillotinas tarde o temprano…

Llevaba aquella mañana el descampado de Rose metido en una cajita con tapa dentro de un bolsillo de mi cabeza. Ella me lo prestó sin pedirme nada a cambio. Y yo no quise usarlo, aferrado a ese sentimiento del niño pequeño que nunca rompe el papel de plástico de su juguete favorito, del más preciado, porque no quiere gastarlo, porque no quiere romperlo, porque piensa que le durará siempre… sin saber que, así, deja de disfrutarlo…

Y Rose nunca empuñó el arma. Nunca me disparó un “te lo dije”. Y me salvó la vida.

3.1.07

“ELLA…”

Cada año tiene dos inviernos distintos. 2006 empezó con un invierno, y está terminando con otro diferente. Eso, claro, si contamos los años desde el 1 de enero, ya se lo que estáis pensando…

Pero prefiero darle esa interpretación oscura, triste, deprimente… dos inviernos en cada año y, siempre, una primavera que se hace demasiado corta.

Iba necesitando no dormir solo por una noche, entonces… ¿por qué me siento tan mal ahora? No sé que me está pasando. Bueno, sí lo sé, pero es vergonzoso de admitir, y es que me estoy enamorando de “ella” (no de ella, no de mi acompañante hasta hace poco tiempo…), y es, precisamente, lo último que debo hacer. Porque no iba a salir bien, porque no iba a estar bien visto. Porque no se si ella opina lo mismo, y no creo que se lo pregunte nunca. Soy un cobarde…

“No quiero que hagamos nada… sólo que durmamos abrazados, que me dejes acariciarte la espalda hasta que yo también caiga rendida”. Y no tardamos mucho, porque ya eran más de las siete de la mañana y, aunque no se había bebido, el cuerpo tiene un límite, sobre todo el mío en estos días. Y yo acepto, y no me cuesta nada amoldarme, porque seguramente iba a ver la cara de “ella”, y ella tampoco se lo merece.

“Ella”. Vivir en la reciprocidad de los pronombres sería tan bello. Ya lo dijo Salinas: “Para vivir no quiero / islas, palacios, torres. / ¡Qué alegría más alta: / vivir en los pronombres!”. En el “tú” y en el “yo”. “Él” y “ella”.

“Ella”.

Estoy haciendo lo mismo que han hecho conmigo durante mucho tiempo, lo que tanto he odiado, lo que me prometí no hacer nunca. Así que voy a hacerlo bien, para expiar las culpas de otra. Ese será mi/su regalo de navidad, ahora que parece como si yo no hubiese existido nunca.

Y, entretanto, igual “ella” se da un paseo por su corazón y se encuentra un guijarro en el suelo con la forma de mi cara. Y ojala se lo guarde en un bolsillo y ya nunca lo saque…

Feliz invierno.

(Foto de Loki. Gracias, amigo...)