La vida y la obra de un púgil sin contrincante

Yo no pedí estar aquí. Yo no pretendo entenderos ni que me entendáis. Yo no pretendo pasar a la posteridad; tan sólo, que me dejéis hacer mi vida, por extraña que os resulte...

Mi foto
Nombre:
Lugar: Torrox, Málaga, Spain

6.1.07

EN MI CABEZA NO SONABA TAN MAL... (Diario de un ingreso: episodio piloto)

(Este post tendrá validez durante algunos días y se convalidará por las posibles no-actualizaciones que no-haga por causas ajenas a mi y directamente imPUTAbles a mi idem conexión inalámbrica y a mi pc fósil...)

La 263. Esa era la mía. Durante las tres primeras noches, en el más estricto sentido de la palabra, pues la cama de al lado estaba desocupada. Se suponía que yo me iba a ingresar en febrero o marzo (operación programada), pero “Dorotea”, a la que le acababan de descubrir una hermana mayor, “Petra”, dio guerra el día 7, y ya no me dejaron salir de Urgencias. “Chaval, te quedas… esto hay que arreglarlo, pero ya…”.



Al carajo la subida a Terrassa para ver a Isa, y la visita al Anfibio a la vuelta, en Madrid. Como es jueves y se avecinan festivo y fin de semana, hasta el lunes seguro que no me verá ningún médico. Me pinchan la primera de las cuatro vías que tuvieron que abrirme y me dan mi Glucosalino. Yo no lo sabía en aquel momento, pero ese iba a ser mi único alimento durante los siguientes trece días… Llega el domingo e intentan que coma algo y me sacan la aguja del brazo; a las dos horas me quiero morir del dolor y les pido yo mismo que me enchufen de nuevo la botella.

Para entonces, ya ha llegado Pepe, mi compañero de habitación y casualmente también de mi pueblo, que acaba de salir de la UVI, tras sufrir un accidente de tráfico con muy mala pata (se lo llevó por delante, involuntariamente, un amigo suyo con el coche, a la salida de un cruce, con resultado de cinco costillas, clavícula y omóplato rotos, y un pulmón encharcado e infectado). Tiene 72 tacos, y desde luego el destino me jugó una grata pasada, porque resulta ser un cachondo y, casualidades de la vida, uno de los que vendió la promoción de pisos donde yo ahora vivo en uno de ellos, hace ya unos treinta años…

El lunes viene el médico. “Bueno, esto está fatal y muy inflamado… me temo que te vas a tener que quedar aquí sin comer hasta que mejore y podamos intervenir con laparoscopia…”. Joder. Bueno, ya que estamos, aguantamos (me animo). Seguro que serán un par de días… (ja...ja…).


El ala de Cirugía (mi pasillo) está al lado de la de Traumatología…
PENSAMIENTO REVELADOR NÚMERO 1: ACABO DE COGERLE CAGUE A LAS MOTOS…

Los ingresados en Traumatología se subdividen en dos categorías principales:
Por un lado están las señoras mayores con la clásica fractura de cadera (corrijamos falsos tópicos: la cadera no se rompe a causa de la no menos clásica caída que sufren… lo primero que ocurre es que, a causa de la debilidad del hueso, la cadera se rompe y luego, lógicamente, sobreviene la caída al suelo…).
Y, por otro, los accidentados de moto… Tuve la ocasión de conocer a un chaval que llevaba allí la friolera de cuatro meses y medio y ya había perdido la cuenta de las operaciones. Creo que no me podré olvidar de su careto cada vez que vuelva a coger los manillares de la Kawa…


El primer martes (5 días de ingreso) me derrumbo. Ni prueba de anestesia, ni electrocardiograma… nada que haga pensar que me “van a meter mano”… Carmen Paloma, una enfermera excepcional me coloca la palma de su mano en la mejilla y con el pulgar me seca una lágrima y me da un beso en la frente. No dice nada (cosa rara, porque no callaba ni bajo agua…). A partir de entonces pasaría a llamarme siempre “el patillas”, “el niño de la 63” (era el paciente benjamín en todo el ala) o, directamente y con todo el cariño, “pringao”.


El tabaco amigos, el tabaco… lo confieso, no aguanté ni 48 horas sin fumarme un pitillo. Sí, compañeros, la Ley no funciona. Ni en los centros hospitalarios. Me asocié a un enfermero y me enseñó lo que a partir de entonces denominaríamos en clave “el chiringuito”: una habitación situada en la esquina del pasillo que estaban desmontando al haberse reconvertido en Salida de Emergencia. Cuando aquel enfermero (al que llamaremos “J”) me vio la cara de síndrome de abstinencia, no lo dudó: “Luís, si te ves muy desesperado del todo, vente…”. Cogí mi “estandarte” del Glucosalino y le seguí por el pasillo, y nos metimos en el habitáculo para disfrutar del cilindro humeante. “Vente tú solo, pero no me des mucho el cante, tío, que los seguratas están deseando empapelar a alguien, y ponte siempre al lado de la ventana, eh…”.




En cuestión de horas, otro paciente y varias enfermeras y auxiliares ya nos habíamos turnado para fumar y vigilar, e incluso nos agenciamos un sillón y un cenicero, jua, jua…

Por cierto, a mi es que me gustaba ir aunque fuera sin cigarrillo… Estas eran las vistas: La Maroma (Parque Natural) que, aquella tarde estaba un poco nublada. Fue acojonante ver cómo las laderas iban cambiando de color a medida que se producían las primeras heladas…




Me hizo especial gracia una mañana que, confiado, apuraba mi segundo Fortuna de la mañana y de repente se abrió la puerta de golpe; me quedé paralizado, pero no mucho menos que ellas, las dos auxiliares que se disponían a entrar (cara de pasmo… se suponía que no había nadie dentro, ni el de dentro esperaba a nadie de fuera…). “Uff, menos mal, si es el chaval de la 63…”. Carcajadas y cigarrillos posteriores.


Mi dolor, mi cólico, era crónico… si no me metían un calmante cada cuatro horas, reventaba…
PENSAMIENTO REVELADOR NÚMERO 2: SOY UN AUTÉNTICO DROGATA DE MANUAL, Y EL SISTEMA SANITARIO PÚBLICO ME ALIENTA…

Ya os he dicho que tenía, claro, una vía abierta (aunque cada dos por tres tenían que cambiarla de sitio y brazo, porque se me rompían las venas). Eso quiere decir que TODO iba directamente al torrente sanguíneo, jur, jur… Diazepam, Enantyum, Orfidal, Paracetamol… pero nada, absolutamente nada, comparado con dos medicamentos que, lo juro, me dieron tal subidón que llegué a perder la conciencia de mi mismo, creer que estaba levitando y poner los ojos en blanco durante varios segundos: ADOLANTINA y NOLOTIL. El segundo os sonará mucho, pero no por común es menos eficaz una vez que te dan un jeringazo potente directamente en la vena: la temperatura de tu cuerpo parece subir cuatro o cinco grados de golpe, los ojos empiezan a vibrar, incapaces de fijarse en un punto concreto, y parece que un gigante de plomo te sujetara todas las extremidades para que no pudieras articular ni el más mínimo movimiento… Esto dura unos diez segundos (luego viene la paz), durante los cuales yo no paraba de decirle a la enfermera “ostia tú, ostia tú… ¿pero qué me has pinchao, cabrona?” Y ella se descojonaba, acostumbrada la pobre a todo. “¿Te ha sentado mal, muchacho?” “¿mal…mal? ¡Ponme otro!”. La virgen santísima… y el caso es que las ampollas te las venden sin receta en las farmacias… ummm…

El primero, la Adolantina, es un “mórfico” y, con eso, creo que ya está todo dicho. Te sigue doliendo lo mismo, pero como estás con un cuelgue del quince, todo te da igual. Yo incluso me cargué un programa entero de Juan y Medio de Canal Sur que al Pepe le dio por poner en la tele… y ni chisté…

Joder, os juro por mi adorada progenitora que yo, en la calle, no había pasado nunca de los porrillos, el alcohol y un par de clenchas de farla una vez (por cierto, no me moló nada de nada y no volví a repetir; yo no se donde coño está la gracia de esa sustancia…). Luego, como vino lo de la anomalía cerebral de la que adolezco, no volví a drogarme jamás… ¡y casi me lo estoy pensando ahora! Me han enganchado. Les odio (¿).


El miércoles me hacen las pruebas y me dan casi total seguridad: el viernes me meten en quirófano. Fue un día cojonudo, de optimismo, de vueltas arriba y abajo por el pasillo con mi gotero omnipresente… Me entero de que Miguel, un amigo del barrio, está ingresado en Traumatología. Miguel, como yo lo era, es portero de fútbol-sala y acaba de romperse él sólo, en un amistoso, la tibia y el peroné. Le operan en breve de urgencia y está con su mujer en la 223. Voy a verle y está hundido: tiene dos hijos pequeños y se va a pasar, con suerte, unos seis o siete meses sin currar y de rehabilitación. Todo por una pelotita…




Me propongo cumplir con una misión en los días siguientes: animarle, ser el payaso que le va a arrancar una sonrisa aunque yo no tenga ni putas ganas de sonreír tampoco… así que un día, mi portasueros se convierte en percha-móvil de las chaquetas de sus visitas; y otro, me invento un nuevo deporte del que me autoproclamo campeón nacional: el “ROLLER-SUERO”; utilizando a mi gemelo metálico como patineta, me presento en la habitación con estas pintas para goce de sus padres y sus tías (viejos y buenos conocidos a los que ya no les extraña, tras casi treinta años, ninguna de mis paridas…):



No me operan el viernes: Loli ha ingresado con un cáncer de mama muy jodido, y hay que dejarle ese día para que la mastectomicen lo antes posible. Loli, mi amor, si ha servido para algo esa bendita “mutilación” (y espero que así sea, lo deseo día tras día…), bendito también ese retraso, y todos los retrasos, y si yo hubiera tenido que estar allí todavía a día de hoy a cambio de que tú te recuperaras definitivamente, lo firmaría ahora mismo y sin dudarlo… Al que si operaron por fin fue a Miguel…

Recuerdo muy bien aquella noche, porque Reme Díaz, la enfermera por antonomasia, se sentó con Pepe y conmigo de madrugada en nuestra habitación (ella de guardia, y nosotros con nuestro insomnio perenne…) y nos pusimos a charlar como si aquel viernes por la noche tres amigos charlaran en un pub con una cerveza bien fría en la mano (sólo que Pepe tenía un descafeinado, ella una manzanilla y yo mi suero en el brazo, ejem). Le hablé a Reme de “ella” (ver post del día 3 de enero), y la enfermera de pelo moreno me animó a cumplir mis sueños, a luchar por la utopía… y también me confesó muchas cosas que quedan para los tres. Joder, Reme, tengo que hacerte una visita en cuanto pueda… Luego, Pepe se lucía con sus anécdotas sobre una Costa del Sol en los años 80 que la gente de mi generación sólo conoce de oídas. Y es muy probable que adornara los relatos y que se atribuyera más conquistas de las reales… pero qué gracia tenía el jodío mientras lo contaba… La misma que roncando a las dos de la mañana, el mamón. Tuve que encerrarme en el cuarto de baño de la habitación a terminar de leer el tercero de los cinco libros que me leí (“A Sangre Fría”, de Truman Capote) y a fumetear un rato (demasiado tarde para salir al chiringuito…). Evidentemente, el olor me delató a la mañana siguiente, pero nadie dijo nada…


Encerrado en aquel baño me doy cuenta de algo…
PENSAMIENTO REVELADOR NÚMERO 3: ESTOY SOLO. MUY SOLO…

Llevo dieciocho meses viviendo en mi “cueva”. Habré dormido como un par de docenas de noches solamente en la cama. El resto, en el sofá. Desde que dejé de dormir acompañado, he desarrollado una extraña fobia a las camas (va en serio…).

Mi madre viene todas las tardes al Hospital en el bus, después de currar, y se queda hasta que pasan por las habitaciones repartiendo la cena, cuando mi padre ya ha llegado y se la lleva en el coche. Constituyen la única visita fija, incondicional y diaria que recibo. Obviamente.

Estos dos párrafos ejemplifican la situación: con respecto a lo de vivir solo y tener mis “costumbres”, ya me lo advirtió un buen amigo mayor que yo: “llega un momento en que te acomodas; adquieres rutinas, manías, inercias… fruto de esa soledad y de esa libertad de movimiento. Tantas, que se pueden convertir en un arma de doble filo si en un momento dado, te llega la ocasión de comenzar una relación con alguien y compartís ese espacio. A mi me ha pasado, y a mucha gente le pasa, Luismi: no soportas esa “invasión” de tu idiosincrasia (que no es tal, pero tú te pones a la defensiva), ni entiendes la de la otra persona… y no puedes, tío, sencillamente no puedes… todos tenemos una capacidad de adaptación innata, de ceder y de tolerar… pero si pasa demasiado tiempo y no la entrenas, la vas perdiendo… y es simple comodidad, es un instinto de protección de tu “nicho”, de tu “ecosistema”. No es que seas un tirano ni un inadaptado… es simplemente que ya te has mutado en Lobo Estepario…”

Y yo creo que voy por ese camino, aunque hasta no hace mucho me resistía a pensarlo… Lo compruebo cuando, tras más de una semana en esa habitación y, aunque Pepe tiene el cielo ganado conmigo e hicimos muy buenas migas, empiezo a cansarme ya de ciertas cosas que, para cualquiera, no tendrían la mínima importancia. Sí, cierto, es distinto, ya lo se… Pepe no es mi “pareja”, ni “le quiero” como la querría a “ella” (por ejemplo). Sólo digo que pensé en ello; y, por primera vez, lo hice seriamente…

El segundo párrafo… las visitas… Dios, cómo eché de menos sostener una mano no-maternal. Cómo hubiera deseado no tener que alarmar a mi padre de madrugada (tres veces) para que me llevara al Hospital, porque eso hubiera significado tener a alguien a mi lado que me hubiera ayudado, porque eso hubiera significado que no estaba sólo en la “cueva”, tirado en el suelo y sin poder coger yo mismo mi coche… Al menos, alguien que hubiera podido marcar el número de teléfono sin dolor y sin la voz así, que lo hubiera hecho por mi en un tono más sereno…

Pero en fin, qué le vamos a hacer… Yo no me creo mucho eso de que “cuanto menos buscas algo, antes llega”, ni eso de que “cada cual tiene su momento” (aunque compuse un poema muy interesante basado en esta última frase…), pero parece que hay que rendirse ante la evidencia… Rocío me dijo que “yo no dejaba que me quisieran”. Dolió un huevo, pero de eso se trata con las amigas de verdad…


El sábado fue el día del surrealismo. Ya era casi seguro: el martes 19 sería el día elegido para el quirófano. Con esa tranquilidad/resignación y con el cansancio por la nochecita anterior, aparecen Dani (titomaning) y Álvaro a mediodía, cámara en mano. Nos largamos a los pasillos y me los llevo al “muro de las lamentaciones” (joder, estoy cayendo en que le puse nombre a todo…): una banqueta situada justo enfrente de la máquina de las chocolatinas, en uno de los pasillos… Recordemos que yo ya llevaba 9 días SIN COMER NI BEBER absolutamente nada y, unos minutos al día, me gustaba martirizarme a solas frente a ese paraíso de bollería industrial y prohibida. Masoquismo lo llaman…

Un momento… ehhhh… los Donuts de chocolate se han quedado enganchados en la espiral metálica y están a tan solo un golpe de caer abajo… ummm, ¿y si…?



Titomaning, en su segundo intento por echar el chocolateado dulce abajo (Álvaro se los marca cual árbitro de Wrestling…) es sorprendido por las enfermeras y, rápidamente, se justifica: “¡¡Joder, vieo… le he echao un euro y se lo ha tragao!!”. No, no cuela…



Menos mal que no lo consigue, porque juro por mis muertos que me los hubiera comido e igual lo jodo todo.

Es curioso, muy curioso, lo de los sueros… No, no tengo NADA de hambre. No siento la necesidad física de comer, puesto que lo estrictamente necesario para mi cuerpo ya me está siendo administrado por ese suero. Lo jodido es la sensación de no masticar, de no mover las mandíbulas, de no sentir el sabor de nada en las papilas gustativas. Cuando le pasan la bandeja a Pepe (que cada día está mejor) yo tengo que salirme de la habitación porque, psicológicamente, no puedo aguantarlo, aunque él, con su mejor voluntad, siempre me guarda el postre, aunque yo me niego con férrea fuerza de voluntad (si empleara la misma para dejar de fumar, otro gallo de Morón me cantaría…).

Al final, tanto (necesario) sacrificio da sus frutos: la inflamación ha bajado lo bastante, al igual que mi tripa (9 kilos menos tras once días, nos situamos ya en el lunes), y el martes sobre las once y media de la mañana me subirán al quirófano, lo cual implica una serie de acciones preparatorias el lunes… afortunadamente, Carmen está de turno…


El ritual comienza desde la mañana anterior con los pinchazos de Heparina para evitar la coagulación de la sangre. Por la tarde, el enema, jaja… Yo le digo a Carmen que no nos conocemos lo suficiente como para que me enchufe semejante piporro por el culo, y así, en frío, sin un besito ni nada… Pepe se parte. “Venga ya, pringao, bájate los pantalones, ponte de lado y relaja el ojete…”. “¿Pero qué te piensas que voy a echar yo por ahí, chiquilla, si llevo once días sin beber ni agua?”. “Ya verás como echas algo, anda calla que no tengo mucha puntería…”. En la vida pensé que me iba a reír tanto con una lavativa… (no es nada, en serio…). Cuando termina, me da una palmada en el cachete y se va y me dice que trate de aguantar unos cinco minutos antes de ir al baño. La ostia, pues costaba aguantar, y el cabrón de Pepe haciéndome gracias desde su butaca para que me riera… “Pepe, hijoputa, cállate que te suelto un fogonazo y te dejo rubio, jajaja…”. Pues sí que se saben éstos lo que hacen antes de una operación… no entraré en detalles, claro, pero el caso es que mi sistema digestivo estaba lleno de bilis infectada que tenía que expulsar obligatoriamente…

Esa noche me drogaron a conciencia para dormir…

Por la mañana me aparecen… ¡con unas medias! que, según ellos, sirven para favorecer la circulación en las piernas durante el efecto de la anestesia. Tengo que ducharme, colocármelas y acostarme totalmente en bolas a esperar al celador para que me suba a la planta de arriba. Mi familia ya está aquí y justo en esos instantes llega el médico y le dice a Pepe que se va para casa, que le va a preparar el alta. La verdad es que me alegro de haberle tenido allí hasta aquel momento. Habíamos calculado que nos iríamos juntos para el pueblo, y sólo fallamos por un día. Además, con un poco de suerte, no me meterían a nadie al lado y pasaría el postoperatorio tranquilo… nos damos un fuerte abrazo e intercambiamos teléfonos…

Sobre lo que ocurrió en la planta de arriba, ya con el gorrito verde puesto y esperando a entrar en la mesa de operaciones, no voy a extenderme mucho. Sólo dos sucesos: las risotadas en la propia mesa justo al entrar cuando mi vejiga dio la voz de alarma y tuvieron que buscar dos cuñas para que la descargara, y la angustia de la anestesia cuando (claro, yo no sabía que eso iba a pasar…) me quedé sin aire, aun consciente, durante un par de segundos e, instintivamente, intenté quitarme la máscara con un movimiento brusco del brazo que el propio cirujano paró a tiempo. La paz (como anticipó Lynn en un comentario), y luego el despertarme de una forma muy especial (ella sabe de lo que hablo, aunque no leerá esto…).

Todo el mundo me había dicho que iba a ser como una resaca muy jodida, con dolor de cabeza, nauseas y toda la pesca… Pues no, oyes… Empezaron conmigo sobre las doce de la mañana, y a las dos y media de la tarde ya estaba en mi habitación, con el pijama puesto y viendo Los Simpsons (Pepe, como gesto de despedida, había llenado la máquina de monedas y quedaban muchas horas de caja tonta…). Cuando entra Carmen, pone cara de sorprendida: “Pero… ¿ya estás tú así de espabilao? No me lo puedo creer, vamos…”. Yo estoy pletórico al mirarme la barriga y ver sólo cuatro esparadrapos pequeños. Al final pudieron hacerlo por laparoscopia y no abriendo a lo bestia (lo cual hubiera significado otra semana más allí), y eso implicaba que, con suerte, al día siguiente a esas horas, iba a estar en casa. Por la tarde me dejan tomar una manzanilla y por la noche un descafeinado. Reacciono bien y voy al baño normalmente.

Me paro a pensar, allí en el tigre, que me falta un órgano dentro del cuerpo, un órgano vital para hacer la digestión… y allí estoy, tan campante, tan normal… flipas con la Medicina…

Por la mañana, más pinchazos de Heparina y antibiótico y un desayuno casi normal. No vomito. Me dan el alta. Y vaya alta… “J” y yo nos vamos por última vez al “chiringuito” a fumarnos un pitillito, yo ya con ropa de calle la cual, misteriosamente, ha ensanchado… La puerta se abre de golpe y porrazo, ¡y aparece el cirujano que me operó con un sobre en la mano!... “Os voy a meter un paquete… como no me deis un cigarro, ja,ja…”. Qué mamonazo… (Insisto, la ley no funciona).

Charlamos, nos reímos un rato, me da los detalles de la dieta que tendré que seguir y el tiempo que deberé dejarme las grapas y cómo tengo que curarlas yo en casa, y me suelta “Cucha, cabrón, respirar no podrías pero no veas cómo soltaste el brazo que me costó trabajo parártelo”. “Pues haber avisao…” contesto.

Mi madre y yo nos pillamos un taxi y volvemos al hogar familiar (mejor que en el mío propio voy a estar los primeros días; además, es 20 y la nochebuena está cerca. Nochebuena sin gambas, pero nochebuena al fin y al cabo…). A la mañana siguiente, Álvaro me despierta por la mañana y se pasa por casa, inmortalizándome con el pelo despeinado y tomándome el primer descafeinado del día (de los muchos que me quedan por tomarme de ahora en adelante) y el primer pitillito (al menos, eso sí, ahora he conseguido fumar un poco menos).



Deprisa, deprisa… el carnaval está cerca y luego habrá que organizar otro San Antonio, que el tiempo se echa encima. Además, hay que volver a retomar el blog (en el Hospital, gracias al teléfono Blackberry que tengo por mi curro, seguí al eZcritor, a Marta y a Lynn, pero yo no podía subir posts…).

Como me gusta volver a estar con los amigos de la “blogosfera”…

(PD: Este relato está hecho a partir de varias anotaciones que fui tomando durante el ingreso. Sí, lo se, es un poco largo y quizás carente de interés, pero le prometí a un grupo de buenos amigos que lo iba a hacer, puesto que están lejos y no pueden visitarme en estos momentos. Las fotos, cómo no, son del gran Álvaro. Sólo darle las gracias a él, Lucía, Mabel, Pili, Pinky, Maikel, titomaning, Lucas -no mi gato, sino la persona que hace que mi gato se llame así-, Balbo y el Pérez…).

(PD2: Cuida tu dieta, ostias…)

2 Comments:

Anonymous Anónimo said...

las experiencias en el hospital suelen ser traumáticas. a mí sólo me han ingresado una vez. pero lo pasé bastante mal :(

espero que tardes mucho en volver a pisar un hospital :) ¡besos!

03:07  
Anonymous Anónimo said...

::: macho ... antologica tu foto con el gotero, que no se si te estás agarrando las pelotas por el esfuerzo, los puntos o la risa ...

::: apuntas maneras para ser el proximo ganador del campeonato de Espalla de Air Guitar ... mandame un pase de backstage para entonces porfi !!!

14:08  

Publicar un comentario

<< Home