La vida y la obra de un púgil sin contrincante

Yo no pedí estar aquí. Yo no pretendo entenderos ni que me entendáis. Yo no pretendo pasar a la posteridad; tan sólo, que me dejéis hacer mi vida, por extraña que os resulte...

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Lugar: Torrox, Málaga, Spain

21.1.07

JUGÁRSELA A LAS CARTAS...


“Dejadme. Quiero estar solo…”

Esa había sido la contestación de él durante los últimos meses. Meses. Fuera por teléfono, o presentándonos en la misma puerta de su casa, no había manera de conseguir sacarle de ella.

Ahora pienso que no hicimos lo suficiente, y echando la vista atrás la culpabilidad nos invade a todos y todas y nos llena las arterias de plomo y los ojos de océanos que no terminan de hacerse líquidos…

Le encontraron tumbado en el sofá. Su tío, que tenía una llave del piso, se extrañó de que ni tan siquiera contestara a su oferta para salir a dar una vuelta por el campo, como otros sábados por la mañana. Con él sí se atrevía a salir al mundo exterior. Con su tío todo era diferente, los silencios sin sentido eran aceptables, un proceso más del ritual. Y el tío entró, y cuando posó su mano sobre su hombro para despertarlo, se topó con la dureza, con la rigidez. Yacía con la manta por encima, con los ojos cerrados, en calma… flaco, demacrado, con la barba descuidada. Casi angelical.

Habrían de pasar otros muchos meses para recomponer toda la historia completa. Y aun así, nunca podremos llegar a identificar todos los vínculos, todas las conexiones entre los hechos. En definitiva, sólo son conjeturas. Sin culpables y con una sola víctima: él. O tal vez no. Tal vez el papel de víctima ya lo estaba interpretando a la perfección antes de que la muerte sobreviniera.

Todos esperábamos que, como gesto de despedida, nos dejara uno de sus escritos, una de sus composiciones… una pista. Nada.

Dicen que el punto de inflexión lo marcó ese paseo con ella…

En una acera cualquiera de una calle cualquiera de un barrio cualquiera, una pareja camina abrazada y entregada a la conversación irrelevante y trascendente al mismo tiempo cuando, de repente, él ve unos folios escritos tirados en el suelo.
La curiosidad es enemiga de la prudencia, y la prudencia es enemiga natural de él desde hace siglos. Se agacha y toma uno de esos folios. Está escrito a mano, con tinta azul. Es una carta. Incompleta.

Una carta de una chica a una chica. La leen. Está en la calle, ha sido arrojada intencionadamente por alguien. La invasión de su contenido parece así menos condenable y harto satisfactoria.

No es una carta de amor. O sí.

“Es una carta escrita por ella para ella misma… Es un diario… ¿no te lo parece?”

Por eso la amaba… por su capacidad para ver más allá, para imaginar, para encontrar otro sentido a las cosas… convino en que podía tener razón, y le confió el escrito, puesto que él ya lo había retenido en la mente palabra por palabra.

Días, semanas después, su contenido había mutado en el interior de su consciente, adoptando formas irreconocibles y cambiantes según la necesidad. Las palabras se deshacían, se separaban en letras que copulaban frenéticamente las unas con las otras para parir nuevas palabras que se jerarquizaban y organizaban en distintos estamentos, en párrafos de primera y segunda clase. Los unos, paulatinamente, derrocaban a los otros en sangrientas refriegas que imponían un nuevo orden existencial y sentimental y hacían que la chica imaginaria viajara a través de todos y cada uno de los estados de ánimo imaginables. Lloraba o reía invariablemente. Vagaba cómodamente por encima de la línea divisoria de la vida muerta y de la muerte en vida, del amor y el desamor, del sueño o la vigilia, de la razón o la demencia…

Una madrugada, la sociedad de las letras arrojadas halló su punto de equilibrio; y la chica se volvió chico dentro del espejo que formaron estratégicamente las consonantes. Y se vio la cara en sueños… Su tez palideció como por arte de magia. El horror impreso en ambas pupilas, en ambos pares de pupilas, dentro y fuera del panel de cristal…

Y la carta llegó. La otra. O la misma…

Entre el dolor y la vida, se entregó al dolor como forma de vida. Porque entregarse a la vida, le pareció, iba a ser demasiado doloroso…