La vida y la obra de un púgil sin contrincante

Yo no pedí estar aquí. Yo no pretendo entenderos ni que me entendáis. Yo no pretendo pasar a la posteridad; tan sólo, que me dejéis hacer mi vida, por extraña que os resulte...

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Lugar: Torrox, Málaga, Spain

2.3.07

EN SEVILLA…

En Sevilla, la primavera siempre se adelanta.

Él. La ventana siempre abierta para recibir el día. Un piso pequeño de Triana. Cada día, más de día. Día a día…

Ella. Las luces encendidas. Filamentos agotados, exhaustos por el uso. La cara lavada y el aroma del champú por el pasillo. Las uñas perfectas, los labios hidratados; la ropa fresca.

En la esquina con calle Betis, justo después del bar y la terracita atestada frente a la estatua de Belmonte. El “progre” de todas las primaveras y todos los días festivos entona “Insurrección” de “El Último de la Fila” mientras, guitarra veterana en mano, presenta sus respetos al botellín sudado de Cruzcampo que hace las veces de faro-guía.

Él siempre se sienta junto a él; hasta que la ve pasar con sus gafas de sol. Y luego, creyéndose ignorado, la sigue. La sigue bordeando el río. El sol se enamora de ella y él arde presa del frío helado de los celos; se enamora de su cara, de su pelo rizado, de sus brazos, a los que penetra una y otra vez, acompasadamente, para fecundarla, para preñarla de cobrizo y de tostado…

Un día, otro día. Día a día… La primavera nunca termina, y se retrasa también en Sevilla…

Yo estaba sentado aquel miércoles en esa calle Betis, en el escalón donde las parejas descansaban y miraban a los piragüistas en su travesía hacia el océano. Ella se volvió, justo delante de mi, y esperó a que él se colocara a su altura, porque sabía de sobra que intentaría (con el más terrible y menos conseguido de los disimulos) pasar de largo, sabiéndose anónimo. Qué error por su parte…

Se fue quitando los anteojos para ver de lejos y se dispuso a limpiarlos mientras silbaba una tonada improvisada. Al encuentro con su musa, ella le tomó del brazo, haciendo que éste temblara espasmódicamente presa del terror infundado de quién se siente descubierto y sin vía de escape posible.

“Si cuentas las estrellas que hay desde tu ventana a la mía… te regalo una prenda”.

Sonrió. Ella sonrió. Y por un momento pareció que hasta el mismísimo Belmonte quiso volver su cabeza de bronce aguas abajo. Por un instante pareció que todo el tráfico sobre el puente de Triana se detuviera, que los tripulantes de las piraguas dirigieran su mirada hacia la derecha, hacia la estampa de la chica de la camisa de tirantes y el pelo rizado, universal, que acababa de quebrantar la regla del silencio para entregar la llave al silencioso y taciturno viajero.

“No hay ninguna… ni las habrá… de tu ventana a la mía no existe la distancia. Ni la noche…”.

Cruzaron el puente, volviendo sobre sus pasos. En Sevilla.

5 Comments:

Anonymous Anónimo said...

me alegra que alguien hable de una ciudad tan bonita como sevilla sin tener que hablar de la violencia en el derby sevillano :)

03:40  
Blogger Desesperada said...

púgil, eres mi héroe, macho, menuda entrada poética, preciosa, maravillosa y romántica. te sales, macho, sigue enamorada...

12:26  
Blogger Desesperada said...

enamorado, quiero decir... bicos

12:27  
Anonymous Anónimo said...

Alguien está muy coladito por alguien, ¿ verdad? Es que he vuelto a concentrar mis superpoderes y me doy cuenta de todo. jajajaja¡¡

18:09  
Blogger Ángela said...

Y a ver ahora cuándo cierro la boca que se me ha quedado abierta de par en en par...

21:22  

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