La vida y la obra de un púgil sin contrincante

Yo no pedí estar aquí. Yo no pretendo entenderos ni que me entendáis. Yo no pretendo pasar a la posteridad; tan sólo, que me dejéis hacer mi vida, por extraña que os resulte...

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Lugar: Torrox, Málaga, Spain

20.11.06

UNA PIEDRA EN EL CAMINO… (y en el conducto biliar).

Soy un viejo de 27 años…

No se quién, hace no mucho, me preguntaba (haciendo gala de una gran mordacidad y manejo del doble sentido y la ironía… y de un colosal hijoputismo, por cierto) “¿Qué, cómo vas con tus achaques de juventud?”.

JA…JA.

El caso es que cada vez que me veo en el Hospital, me molo más a mí mismo. Soy capaz de sacar toda la paciencia que albergo en mi interior, y todo el buen rollo que normalmente no muestro. Y es que no me queda otra, teniendo en cuenta que el destino siempre hace que me metan en la sala cuando más tétrico es estar allí. Entre otros, tres amagos de infarto, un cuadro de apendicitis, un caso de violencia doméstica y un accidente de tráfico… y yo, con mi vía abierta en el brazo, chutándome Buscapina para mi humilde, vulgar y nada original cólico biliar, acojonaíto en un sillón.

De repente, entra un celador y avisa a la enfermera friki: “Viene para acá una ambulancia con una abuela de… 102 años!!”. Todos, obviamente lo oímos (estos se llegan a creer que pueden ser discretos…), y un sentimiento como de no querer ver al vejestorio mutante se apodera de la sala… Pero entra “Paquita” (que, según las matemáticas, tenía ya 32 años –más que yo hoy- cuando empezó la Guerra Civil), lozana, más fresca que una lechuga, con una dicción y una lucidez digna de record Guiness, y diciendo que no es para tanto, que lo que pasa es que “como ya hace fresquillo, mire usté, estaba buscando una camisetica de invierno, me he mareao y me he dao un porracillo en la frente…”. Y es cierto, es sólo eso. Paquita llega de las últimas, y se va de las primeras.

La doble de la madre de Norman Bates en “Psicosis” que está a mi lado, mira a Paquita con los ojos vidriosos, y luego mira con asco a su pobre madre (enferma de Alzheimer) que está recostada y sondada en la camilla de al lado, y que debe tener unos ochenta años… “Mírala, que da gusto verla… y no como ésta, que da pena…” me dice en voz bajita.
La apuñalo con la mirada, quisiera levantarme, agarrar uno de los bisturís que guarda la enfermera friki en el armario y clavárselo en una arteria, para luego vaciar la bolsa de la sonda de su madre sobre su estirada cara de mala hija desagradecida… pero pienso que se me va a salir la vía y que al “enfermero del chicle” no le va a hacer mucha gracia volver a pincharme. Total, que la apuñalo con la mirada y punto. Ya le llegará su hora.

La mujer con el pelo teñido de morado (puesta de cocaína hasta las cejas; para saber eso no hace falta ser médico, ni enfermero…) parece eludir algo y cambia constantemente de ubicación, y torea, insulta y descalifica constantemente a la pobre enfermera del maquillaje extraño, y al médico hippie de las Adidas. Claro, elude el análisis de sangre u orina que la desenmascare. Su ojo derecho va a juego con su pelo. Se acerca al sillón número 8 (yo estoy en el 9) y susurra, refiriéndose al personal del Hospital: “…para dos que haya humanitarios, quedan tres a los que se la suuuuuuuuuda…” (léase con pronunciación floja…). Joder, a todos les da por mi… Yo pienso en decirle: “Bueno, es un 40%... no está mal si lo comparamos con otros países que ni siquiera cuentan con Seguridad Social…”. Pero prefiero no malgastar ese rápido cálculo mental con alguien que, sin que le hayan preguntado, empieza a presumir de que “su hombre la chulea, sí… ¿y qué?”. Además, lo que dice no tiene sentido: yo soy testigo. Nadie en esa sala, desde que estoy allí (y ella entró un poco después) la ha tratado mal. Más bien al revés… Se que es la semana de la conmemoración del Día contra la Violencia de Género y tal, pero no voy a profundizar en este tema ni en los sentimientos contradictorios que me proporcionó tal encuentro. Cuando yo me fui, ella aún seguía allí. No se qué pretendía, ni si alguien vino a buscarla.

Encuentro en el sillón 14, enfrente, un aliado: un panadero de mediana edad y simpaticote que lleva ya unas nueve horas allí (intentan controlarle una arritmia, y la cosa va lenta) y que le pide al “Vilches” de turno que le cambie el suero por un caldito de pollo con albóndigas, que lo mismo la arritmia ya se la está empeorando el hambre. Ambos, si no patología, compartimos el mono del tabaco, e ideamos entre risotadas absurdos planes para escaparnos y fumar un pitillito en cinco minutos, o para meter algo de nicotina en el gotero… pero la criatura se termina durmiendo y le ataco a la mamaíta cuarentona macizorra del sillón 10, el de mi derecha. Evidentemente, no consigo nada, pero aumento mi lista de “entradas” verbales sugerentes, y decido usar ésta en otra ocasión. Algo es algo.

Viene mi médico, con los resultados de la analítica de sangre y mi placa: nada complicado. No tengo un “abdomen quirúrgico” (ni escultural ni atlético, pienso yo, pero no digo), pero si se repite en unos días, nos vamos al quirófano. Yo a esas alturas, ya me he hecho un yonki de la Buscapina (me he metido en vena tres bolsas), y le ruego que me la recete, cosa que hace, nunca antes de reprocharme que esto me lo he buscado en parte yo por mis malos hábitos alimenticios. Le pongo ojitos de Shin-Chan y le prometo que cambiaré, que me portaré mejor, pero que me quite ya la aguja del antebrazo y me de el alta (llevo tres horas y media allí) para poder fumarme un Fortuna, o le comeré el hígado y alegaré enajenación mental transitoria.

Vuelvo a casa en coche, medio chutado, y escribo
el post sobre Marta. Me enamoro platónicamente por decimoséptima vez ese día. Nunca aprendo.

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A muchos, la vida y la salud le dan avisos cuando ya es demasiado tarde. Yo no he cumplido tres décadas de vida y mi historia clínica ya es el mejor poema que he escrito. Me siento afortunado de verlos, de saberlos reconocer.
Quiero vivir. Mucho. Mi chica me espera…

PD1: Gracias al personal del Hospital Comarcal. Bromas aparte, soy un firme defensor del sistema sanitario andaluz. Ya me han sacado de más de una. Besos.
PD2: Anfibio, contesto a tu comentario con otro, léelo, cegato…

PD3: Marta… actualiza.

2 Comments:

Anonymous Anónimo said...

::: bueno, a ti por lo menos te pincharon la buscapina ... yo tuve que tirarme al suelo y hacerme el muerto en pleno pico de colico nefritico para que la enfermera-que-se-cree-maziza me pusiera el maldito gotero, junto con otro identico en tamaño y volumen pero de valium, y ademas, como castigo por no tirarla los tejos me metio en una sala en la que un paciente al que acababa de morirsele la madre, estaba inmovilizado porque un trombo en su pierna podia subirle al corazon si se movia de alli ...

::: al salir fui directamente al bar mas cercano a hidratarme con cerveza... lo juro...

15:37  
Blogger Luismi said...

Hey Furu, snif, gracias por el comentario... los jóvenes-con-cólico no estamos solos!!!

Mola tu blog, tío...

Un abrazo!!

16:05  

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