SU “PAZ VERDE” ME INCITA A ESTAR EN GUERRA CONTRA ELLOS…
“Hola, me llamo Luismi y soy ambientólogo”; entonces es cuando se producen siempre dos hechos inevitables, aunque el primero admite dos variantes:
1.a) “¿Luismi, de Luís Miguel? Anda, como el cantante…”
1.b) “¿Juanmi?” (y a partir de ese momento, ya nunca dejaré de llamarme Juanmi…).
2) “¿Ambien-quéeee?”.
Ambientólogo, señor/a… Licenciado en Ciencias Ambientales.
“Ahhhhhhhh, ya…. ecologista “desos”, como los de Grinpis….”
Y ya la tenemos liada.
Este topicazo se viene dando desde que se creó esta licenciatura en 1994. Y yo (y mis compañeros y amigos de la cuarta promoción) sabíamos que iba a ser así, porque nunca es fácil ser los primeros, los pioneros, los que empiezan a abrir el camino. “Licenciatura de segunda”, “de creación para dar una buena imagen política”… más tópicos. “El que vale, vale; y el que no, para Ambientales” (este chascarrillo llegó a circular por la Facultad).
No somos ECOLOGISTAS; al menos, no-forzosamente. El ECOLOGISMO (que no la Ecología) es una opción muy personalísima e individual, una actitud, un posicionamiento (casi político) y una determinada forma de luchar contra las agresiones al medio derivadas de la actuación humana, en especial, las que provienen de decisiones de los órganos de poder y de la Administración.
Somos AMBIENTÓLOGOS: con el tiempo, yo he optado por explicarlo siempre de la misma forma: “mi trabajo, no es el de evitar que se tome la decisión de matar ballenas; mi trabajo, mi formación, van encaminados a asegurarme de que las ballenas se tengan en cuenta en la toma de decisiones”. No se como lo harán mis compañeros/as. A mi me suele funcionar.
Respeto profundamente a los ecologistas de corazón, a los ecologistas consecuentes, libres, independientes, y que hacen de su forma de vida, de su rutina, un ejemplo. A los que se preocupan por divulgar ese ejemplo, de todas las formas posibles, a todos los sectores de población posibles. Los que DE VERDAD quieren legar un entorno saludable a las generaciones venideras.
Y odio profundamente y con rabia a los “ecologistas” que aceptan donaciones de multinacionales carroñeras o de “mecenas” acomodados y de alta burguesía que no conocen otro mundo que el de sus lujos y despilfarros, y que hacen pantagruélicos ingresos anuales para aliviar sus putrefactas conciencias y, de paso, publicar alguna nota de prensa en la que dejan constancia de su “concienciación con el Medio Ambiente (ese)”. Con fotos incluidas.
Esas “organizaciones ecologistas” que (al menos, la duda razonable pesa) desvían gran parte de dichas donaciones hacia sus bolsillos particulares y que, con los sobrantes, adquieren potentes motoras que dirigen en plan “kamikaze” contra hélices de petroleros o barcos pesqueros, mostrándole a los niños y jóvenes en pantalla cómo se debe luchar por un mundo sostenible (no se si habrán captado el tono de sarcasmo…). O que abandonan cadáveres de ballenas en proceso de descomposición (con el consiguiente riesgo para la salud pública) en plena calle, frente a Parlamentos u otros edificios gubernamentales. Seguid así, chicos/as… Lo estáis haciendo de puta madre.
Sobre todo cuando, paralelamente, inundan y acosan a los pobres ciudadanos de a pie (que, apuesto, en su mayoría sí que tienen comportamientos de menos “calado” mediático, pero más “ecológicos” en la intimidad de sus hogares o en sus trabajos) con campañas para captar “socios” (mejor digan “cuotas”), argumentando que TODOS debemos poner nuestro grano de arena, que X euros anuales no nos suponen nada… y creándonos mala conciencia si no nos embarcamos en su (absurda) lucha.
SINVERGÜENZAS. Lo último que ya me faltaba por ver era esto: juzgad vosotros mismos. Así es como “GREENPEACE” se sustenta; así es como nos manipula (foto capturada de su página web en España):
“Hola, me llamo Luismi y soy ambientólogo”; entonces es cuando se producen siempre dos hechos inevitables, aunque el primero admite dos variantes:
1.a) “¿Luismi, de Luís Miguel? Anda, como el cantante…”
1.b) “¿Juanmi?” (y a partir de ese momento, ya nunca dejaré de llamarme Juanmi…).
2) “¿Ambien-quéeee?”.
Ambientólogo, señor/a… Licenciado en Ciencias Ambientales.
“Ahhhhhhhh, ya…. ecologista “desos”, como los de Grinpis….”
Y ya la tenemos liada.
Este topicazo se viene dando desde que se creó esta licenciatura en 1994. Y yo (y mis compañeros y amigos de la cuarta promoción) sabíamos que iba a ser así, porque nunca es fácil ser los primeros, los pioneros, los que empiezan a abrir el camino. “Licenciatura de segunda”, “de creación para dar una buena imagen política”… más tópicos. “El que vale, vale; y el que no, para Ambientales” (este chascarrillo llegó a circular por la Facultad).
No somos ECOLOGISTAS; al menos, no-forzosamente. El ECOLOGISMO (que no la Ecología) es una opción muy personalísima e individual, una actitud, un posicionamiento (casi político) y una determinada forma de luchar contra las agresiones al medio derivadas de la actuación humana, en especial, las que provienen de decisiones de los órganos de poder y de la Administración.
Somos AMBIENTÓLOGOS: con el tiempo, yo he optado por explicarlo siempre de la misma forma: “mi trabajo, no es el de evitar que se tome la decisión de matar ballenas; mi trabajo, mi formación, van encaminados a asegurarme de que las ballenas se tengan en cuenta en la toma de decisiones”. No se como lo harán mis compañeros/as. A mi me suele funcionar.
Respeto profundamente a los ecologistas de corazón, a los ecologistas consecuentes, libres, independientes, y que hacen de su forma de vida, de su rutina, un ejemplo. A los que se preocupan por divulgar ese ejemplo, de todas las formas posibles, a todos los sectores de población posibles. Los que DE VERDAD quieren legar un entorno saludable a las generaciones venideras.
Y odio profundamente y con rabia a los “ecologistas” que aceptan donaciones de multinacionales carroñeras o de “mecenas” acomodados y de alta burguesía que no conocen otro mundo que el de sus lujos y despilfarros, y que hacen pantagruélicos ingresos anuales para aliviar sus putrefactas conciencias y, de paso, publicar alguna nota de prensa en la que dejan constancia de su “concienciación con el Medio Ambiente (ese)”. Con fotos incluidas.
Esas “organizaciones ecologistas” que (al menos, la duda razonable pesa) desvían gran parte de dichas donaciones hacia sus bolsillos particulares y que, con los sobrantes, adquieren potentes motoras que dirigen en plan “kamikaze” contra hélices de petroleros o barcos pesqueros, mostrándole a los niños y jóvenes en pantalla cómo se debe luchar por un mundo sostenible (no se si habrán captado el tono de sarcasmo…). O que abandonan cadáveres de ballenas en proceso de descomposición (con el consiguiente riesgo para la salud pública) en plena calle, frente a Parlamentos u otros edificios gubernamentales. Seguid así, chicos/as… Lo estáis haciendo de puta madre.
Sobre todo cuando, paralelamente, inundan y acosan a los pobres ciudadanos de a pie (que, apuesto, en su mayoría sí que tienen comportamientos de menos “calado” mediático, pero más “ecológicos” en la intimidad de sus hogares o en sus trabajos) con campañas para captar “socios” (mejor digan “cuotas”), argumentando que TODOS debemos poner nuestro grano de arena, que X euros anuales no nos suponen nada… y creándonos mala conciencia si no nos embarcamos en su (absurda) lucha.
SINVERGÜENZAS. Lo último que ya me faltaba por ver era esto: juzgad vosotros mismos. Así es como “GREENPEACE” se sustenta; así es como nos manipula (foto capturada de su página web en España):
Otro día, hablamos de “Ecologistas en Acción” que, al menos en Andalucía, tienen material como para diecinueve entradas consecutivas en cualquier blog…
PD: ¿Les darán al menos a las embarazadas un bocata de chorizo y una Fanta? No, no lo aclaran… pero luego criticarán a los políticos que pagan los autobuses y el almuerzo a los afiliados para asegurarse la afluencia a los mítines…
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