La vida y la obra de un púgil sin contrincante

Yo no pedí estar aquí. Yo no pretendo entenderos ni que me entendáis. Yo no pretendo pasar a la posteridad; tan sólo, que me dejéis hacer mi vida, por extraña que os resulte...

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Lugar: Torrox, Málaga, Spain

30.10.06

EN MI CABEZA SONABA MEJOR... (Mini-diario nocturno, volumen 1)
Soy un fracasado, un perdedor; patético. Un amargado, maníaco depresivo y enfermo cerebral (diagnosticado) que tendrá suerte si llega a cumplir los cincuenta. Intenté suicidarme, y ni siquiera me salió bien. Y me costó casi una semana, encima, limpiar todos los salpicones de sangre…

Intenté formar una pareja, una familia, y me la dieron con queso.

Intenté cambiar el mundo, y sólo conseguí que algunos coches de un parque móvil funcionaran con aceite de cocina reciclado, amén de unos preciosos paneles informativos que nadie se molestará nunca en leer.

Así que me pregunto: ¿quién diablos va a querer leer algo que yo escriba? Me perfeccioné en el arte de vomitar todas mis frustraciones a través de los versos, hasta que yo mismo me agoté física y mentalmente de leerme, y he decidido tomarme un descanso en eso de mal-rimar.
Este blog se llama así, porque creo que lo más digno que he escrito en mi vida es ese poemario “La vida y obra de un púgil sin contrincante”, cuando estuve más muerto que vivo, justo después de que la primera “señora de Púgil” me mandara a la mierda. No le guardo demasiado rencor; aun así, no se por qué, cada vez que lleno en la gasolinera una garrafa de “sin plomo” (para limpiar los motores de mis motos antiguas), los chicos del boquerel me miran con recelo porque temen que vaya a incendiar su casa, con ella dentro… Bueno, mentiría si dijera que alguna vez… bueno, mejor miento.
En fin, yo también me hubiera dejado a mi mismo; no la culpo. Me convertí en un ser absolutamente despreciable y, lo que es peor, para conmigo mismo. Y hay ciertas cosas que ya no tienen marcha atrás ni oportunidad de redención. Agur y buena suerte.

“¿Por qué, cada vez que estás tan mal, siempre tiene que haber una jodida tía por medio, gilipollas?- me decía mi querido hermano al teléfono.”

Soy un lunático, un aventado y un sociópata camuflado. Vivo en una cueva a la que nunca ilumina la luz natural, en un país y en una región donde la luz natural es un valor añadido. Mi gato desconfía de mi y, cada vez que yo entro por la puerta, él dirige una pata en dirección a la rendija abierta de la ventana, procurándose una segura vía de escape de emergencia… luego, cuando consigo dormirme (no hay horas fijas), duerme junto a mi oreja, me la lame con su áspera lengua y ronronea, musitando palabras de cariño en una lengua que desconozco, pero que me conforta.

Sufro de alucinaciones hipnogógicas frecuentemente. Otras veces, tengo sueños reiterativos; se repiten una y otra vez según un mismo patrón, y casi siempre son en blanco y negro. El insomnio y el noctambulismo me provocan espasmos musculares durante las (terribles) horas que tengo que relacionarme con mis semejantes y, otras veces, me producen un estado de ánimo cercano a la hilaridad, el cual me convierte en un auténtico gilipollas capaz de tirarle los tejos a una asesora jurídica municipal o a una becaria de postgrado (con sutiles diferencias); esto, además, ha hecho que crezca como una bola de nieve el rumor sobre mi adicción a las drogas, aun cuando ya llevo más de cuatro años sin “meterme” nada. En raras ocasiones, pero que también existen, alcanzo estados cercanos al autismo. Es curioso: todo el mundo piensa que el autismo es ese estado de gilipollez en el que uno se queda como alelado sin recibir estímulos externos, como “guarnido”, que diríamos por aquí; pero el autismo es todo lo contrario: es cuando eres extremadamente sensible a TODOS los estímulos externos, de modo que cualquier variación te afecta y te bloquea, impidiéndote reaccionar adecuadamente; pero no por “falta de-“, sino por todo lo contrario: por “saturación de-“.

Enfermo continuamente, y tengo ataques de migraña desde los siete años: como mi bisabuela, como mi abuela, como mi padre. No podían haberme dejado en herencia tierras, propiedades o lujosos coches, no. Tenían que dejarme el dolor de la puta cabeza… y la predisposición al cáncer, claro.

“¡Pégame, grítame, insúltame… pero, por Dios, no te quedes ahí callado sin decir nada!”

Últimamente, paso todos los fines de semana montado en una moto, devorando asfalto, inclinando cada vez más, y más rápido, en cada curva. Soy feliz. Se que moriré tras descolgarme de uno de estos artilugios metálicos y mecánicos de dos ruedas algún día. Lo he soñado. Y varias veces. Y creo que lo deseo desde que tenía trece años:
Cuando tenía trece años, sufrí mi primer bloqueo y, posteriormente, mi primera época de depresión y autorreflexión; mis padres no me castigaban nunca, no les hacía falta. Yo me autocastigaba cuando sentía que les había fallado (aunque ellos nunca tuvieron esa sensación) y, lo más importante, me había fallado a mí mismo. Yo era el mejor, era el número uno… en todo lo que tuviera que ver con los libros, con ese mundo de cuadernos con canutillo de espiral, pizarras y odiosas clases de educación física; y lo era para compensar que no tenía amigos, que era probablemente el infraser más odiado en la hora del recreo o de los “talleres” del viernes por la tarde. Ahí empecé a comprender que el destino me deparaba un final apoteósico y desgarrador… y la idea me sedujo.

Con catorce me operé el pito (fimosis, circuncisión) y empecé a escribir unos versos tan absolutamente ridículos, risibles y odiosos, que terminé por quemarlos poco tiempo después. Pero fue un comienzo. Seguía siendo un apestado y un repudiado, pero mi polla, eso sí, iba ganando enteros. Era tan odioso, incluso para la vista, que no conservo ni una sola foto de aquella época. Me producían arcadas.

Con quince me enamoré de verdad. Es decir, comienza el declive existencial que ya me acompaña para siempre… Evidentemente, ella sufría de sarpullidos cada vez que yo osaba dirigirle la palabra o acercarme en un radio inferior a cinco metros de distancia de su persona. Pero conocí al gitano, y al Kiko, y a toda una pléyade de elementos biológicos entre los cuales fui aceptado, y que me iniciaron (benditos) en los nobles vicios del tabaco, el alcohol y los petardos. Ahora sí que empezaba a merecer la pena compilar los versos.

Luego viene una época un poco olvidable de la cual sólo merece (hoy, ahora) la pena rescatar a “Protegidos”, la banda en la que (hacía como que) tocaba, junto con mi hermano y un par de colegas. No quisimos nunca cambiar el panorama musical mundial… sólo hacerlo un poco más divertido. Por cierto, la de los sarpullidos, al final, se acabó liando conmigo, eso sí, después de que ya hubiera yo pegado un “estirón” bastante tardío (a los diecisiete) y hubiera fibrado y musculado mi cuerpo efímeramente.

“¿Tú de qué vas? Imbécil, hijodeputa… ¡Tienes la boca muy grande y los deditos muy largos…!”

¿Qué? ¿No es este el tipo de blog que buscaban? Pues a chuparla… supongo que claro, prefieren a Rafita Fernández y sus delirios de “ezcritor”. Pues nada, cliquen el vínculo que ya les puse en otro post, y disfruten… hay blogs de todo tipo, les advierto: gráficos (http://robotve.blogspot.com/), fotográficos (http://www.manucoloma.com/, aunque, bueno, éste más que un blog es una página-blog bellísima…), poético-literarios (“Raíces cúbicas de un paraíso perdido” o http://www.recortesdeprensa3.blogspot.com/”).

Y éste, esta “Vida y obra de…” no es más que una jodida terapia recomendada por una psicóloga; no es más que una válvula de escape; no es más que una forma de provocar que añadan sus comentarios recordándome (se lo ruego…) que soy un amargado al lado del cual nadie aguantaría una pequeña fracción de su vida. Porque así, no lo duden, me revelaré… y me convertiré en mejor persona; y tal vez un día, consiga una trazada perfecta en una curva.

“Esperas de mí cosas; vives tu vida haciéndolo y, cuando no las consigues, cuando no te las doy, te enfadas; conmigo. No se si me quieres tanto…”.

Maldita cabrona resabiada; siempre soltando verdades…